martes, 30 de marzo de 2010
26. EL SOTANO. Poblado de Scherzhauserfeld. Salzsburgo. Austria.
Thomas Bernhard murió en 1989. Unos pocos años antes había leído yo EL SOTANO y había decidido también, “contra toda sensatez”, ir en la “dirección opuesta”. En el verano de 1991, cuando ya había dejado el ejercicio de la arquitectura tuve la oportunidad de visitar Salzburgo y lo primero que hice allí fue buscar EL SOTANO, visitarlo emocionadamente, y hacer unas fotos.
Con ocasión de la muerte de Bernhard hice un gran amigo, y de vuelta de Salzburgo y en prueba del origen de nuestra amistad, le envié mis fotos. Gracias al scanner de negativos he podido volver a “revelar” de nuevo aquellas fotos, y como he vuelto a leer EL SOTANO estos días (no sé si buscando acaso alguna otra “dirección opuesta”) me ha parecido oportuno ponerlas también aquí. EL SOTANO es un perfecto edificioLHD, sea lo que fuere un edificioLHD.
Cuando Bernhard escribió EL SOTANO, en 1976, dijo que era porque había leído una noticia en el periódico que decía que lo iban a derribar, que iban a derribar las casas del poblado de Scherzhauserfeld, que era donde estaba EL SOTANO. Pero lo cierto es que cuando yo fui a Salzburgo, en 1991, y busqué en mi mapa algo con el nombre de Poblado de Scherzhauserfeld, encontré una calle con ese nombre al noroeste de la ciudad, y justo encima de él, el nombre genérico de Scherzhauserfeld Siedlung, es decir, barrio de bloques de entreguerras de Scherzhauserfeld, como todo arquitecto sabe, o debería saber.
Otros nombres del mapa encajaban perfectamente con el relato: el de la Rudolf Biebl Strasse, por donde el protagonista de EL SOTANO viviría o por donde en cualquier caso saldría hacia el centro de Salzburgo, y sobre todo la Reichenhaller Strasse, donde decidió darse la vuelta y caminar para siempre en la dirección opuesta, más allá del barrio de Lehen, hasta la antesala del infierno (o más bien el infierno), el poblado de Scherzhauserfeld.
Así pues, por entre los bloques que por allí había me puse a buscar los que fueran de aquella época, los que tuvieran tres plantas y semisótano, y di con tres o cuatro de ellos en los que perfectamente pudo haber estado la tienda de comestibles de Karl Podlaha. Y echamos un vistazo e hicimos unas fotos.
En los archivos municipales de Salzburgo estará registrado el lugar exacto de la tienda de Karl Podlaha y quizás no sea el mismo al que yo hice las fotos, pero para el caso tanto da, porque lo importante es que además de que ese lugar representa para siempre el símbolo de elegir la “dirección opuesta”, también representa el ya “todo da igual”, o “Servidor y todo da igual” con que acaba el relato de EL SOTANO.
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martes, 23 de marzo de 2010
25. BETLAN, Valle de Arán, España.
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Mi afecto por el Valle de Arán es, como tantos afectos, producto de la casualidad o de la biografía de uno. Estando en último de carrera encontré un trabajillo remunerado como dibujante para un equipo contratado por el Colegio de Arquitectos de Cataluña que hacía un estudio integral sobre todo el Valle de Arán, y como conocí mucho sus pueblos, sus casas y sus iglesias pero nunca me llevaron allí, aproveché mi viaje de novios para recorrer con todo el cariño del mundo lo que había estado dibujando sin conocer.
La afición al esquí y al monte me han devuelto al Valle de Arán no pocas veces en los últimos años, pues Baqueira Beret es sin duda la mejor estación de esquí de España (o por lo menos, la más cuidada), y subir al Montartó o explorar otros de sus muchos rincones (la Artiga de Lin, el Riu Torán, los Baños de Tredós o el collado de Varrados desde Bagergue) van siendo excursiones soñadas y cumplidas.
Pero como en aquel primer contacto con el Valle de lo que se trataba era de contrastar la torpeza inmobiliaria y arquitectónica de nuestro tiempo con la excepcional belleza del escenario geográfico y de la arquitectura vernácula que había ido brotando de ella durante siglos, cada vez que he vuelto a Arán no he podido dejar de sentir cruelmente esa misma dualidad.
Tengo archivadas muchas fotos de los pueblos y de sus casas, o sea de la sencillez y hermosura de lo que había y de la mezquindad de lo que se ha construido en los últimos cincuenta años; pero como esta última vez que he estado allí me he dado cuenta que cada vez es más difícil poder hacer una foto de alguna casa o de algún rincón urbano de aquellos que descubrí en las fotos del trabajo del año 1975, he pensado que ya iba siendo hora de poner en este bendito blog algunas de las fotos que he ido haciendo a lo largo de estos años.
La casa que he puesto arriba encabezando esta nota está (estaba) en Betlán. La foto la hice en el verano de 1990. Quince años después, en enero del 2005, volví a Betlán y me encontré la casa así:

Sí, claro, seguía estando ahí pero...¿expoliada? ¿exfoliada? ...; ”cascotizada” diría yo, dentro de ese gran capítulo de Cascotes que podemos hacer con la arquitectura de “restauración”, “rehabilitación”, “reconstrucción” o como se llamen las diferentes “intervenciones” de los arquitectos o de la cultura arquitectónica de nuestro tiempo y nuestro país en lo ya construido.
Esta casa de Betlán tiene además otra historia biográfica, y por eso seguramente la he elegido de entre otras muchas del Valle ya desaparecidas o mixtificadas. Recuerdo que en los últimos meses en que aún ejercí como arquitecto, cuando ya estaba con un pié fuera del despacho, al encargarme el proyecto de una casa en un pueblo, saqué la foto de arriba (por entonces muy reciente) y dije: ya está, ¡como ésta! Hagamos algo similar. Obviamente al cliente no le gustó, y yo saqué el otro pié de allí.

Mi afecto por el Valle de Arán es, como tantos afectos, producto de la casualidad o de la biografía de uno. Estando en último de carrera encontré un trabajillo remunerado como dibujante para un equipo contratado por el Colegio de Arquitectos de Cataluña que hacía un estudio integral sobre todo el Valle de Arán, y como conocí mucho sus pueblos, sus casas y sus iglesias pero nunca me llevaron allí, aproveché mi viaje de novios para recorrer con todo el cariño del mundo lo que había estado dibujando sin conocer.
La afición al esquí y al monte me han devuelto al Valle de Arán no pocas veces en los últimos años, pues Baqueira Beret es sin duda la mejor estación de esquí de España (o por lo menos, la más cuidada), y subir al Montartó o explorar otros de sus muchos rincones (la Artiga de Lin, el Riu Torán, los Baños de Tredós o el collado de Varrados desde Bagergue) van siendo excursiones soñadas y cumplidas.
Pero como en aquel primer contacto con el Valle de lo que se trataba era de contrastar la torpeza inmobiliaria y arquitectónica de nuestro tiempo con la excepcional belleza del escenario geográfico y de la arquitectura vernácula que había ido brotando de ella durante siglos, cada vez que he vuelto a Arán no he podido dejar de sentir cruelmente esa misma dualidad.
Tengo archivadas muchas fotos de los pueblos y de sus casas, o sea de la sencillez y hermosura de lo que había y de la mezquindad de lo que se ha construido en los últimos cincuenta años; pero como esta última vez que he estado allí me he dado cuenta que cada vez es más difícil poder hacer una foto de alguna casa o de algún rincón urbano de aquellos que descubrí en las fotos del trabajo del año 1975, he pensado que ya iba siendo hora de poner en este bendito blog algunas de las fotos que he ido haciendo a lo largo de estos años.
La casa que he puesto arriba encabezando esta nota está (estaba) en Betlán. La foto la hice en el verano de 1990. Quince años después, en enero del 2005, volví a Betlán y me encontré la casa así:

Sí, claro, seguía estando ahí pero...¿expoliada? ¿exfoliada? ...; ”cascotizada” diría yo, dentro de ese gran capítulo de Cascotes que podemos hacer con la arquitectura de “restauración”, “rehabilitación”, “reconstrucción” o como se llamen las diferentes “intervenciones” de los arquitectos o de la cultura arquitectónica de nuestro tiempo y nuestro país en lo ya construido.
Esta casa de Betlán tiene además otra historia biográfica, y por eso seguramente la he elegido de entre otras muchas del Valle ya desaparecidas o mixtificadas. Recuerdo que en los últimos meses en que aún ejercí como arquitecto, cuando ya estaba con un pié fuera del despacho, al encargarme el proyecto de una casa en un pueblo, saqué la foto de arriba (por entonces muy reciente) y dije: ya está, ¡como ésta! Hagamos algo similar. Obviamente al cliente no le gustó, y yo saqué el otro pié de allí.
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Ubicación:
25537 Betlan, Lleida, España
jueves, 11 de marzo de 2010
24. PALACIO DE LOS CONDESTABLES, Casalarreina, La Rioja
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Hace un par de años se hundió buena parte de este noble pero destartalado edificio y se armó una pequeña polvareda política (además de la natural del catacloc, claro). Para echar un poco de agua al polvo y hacer barrillo, le escribí esta breve nota al alcalde de Casalarreina (y a la sazón, bloguero de su pueblo), que como es de imaginar, no tuvo la amabilidad de responder:
Ilmo. Sr. Alcalde de Casalarreina
Sr. Caperos:
Transmita mi más sincera felicitación al viejo Palacio por su decisión numantina, y a Vd. mi más sentido pésame por dedicarse a hacer política atacando a un partido político que en la materia que nos toca, hace exactamente lo mismo que Vds.
A la vista de los unos y los otros (por no mencionar a los arquitectos de ambos, exactamente intercambiables entre sí), ¿cómo no felicitar al Palacio por tan elegante mutis por el foro?
Y no me diga que lo van a recomponer conforme al estudio topográfico realizado al centímetro por la UPV porque Vd. ya ha puesto las fotos de la defunción en su blog. Por cierto, muchas gracias por las estupendas fotos.
(Otros menos ingenuos que Vd., y que la empresa, habrían puesto andamios opacos y nadie se habría dado cuenta. ¿No lo habían pensado? Pues nada, aún están a tiempo con el trozo que les queda).
Pensé entonces que se trataba de un Cascotes más, y tenía la documentación guardada en una carpeta, pero con el tiempo he dado en pensar que se trata de un edificio LHD, o sea, de una pieza singular que merece un trato mucho más querido y respetuoso. Según supe entonces, aquel viejo Palacio dizque renacentista iba a convertirse en un "hotelito con encanto" así que, al margen del politiqueo que se trajeron y llevaron con su ruina, el deseo de autoinmolarse del propio edificio me parece un rasgo de singularidad u originalidad digno de conservar en la memoria.
No tengo ni idea de qué ha pasado desde entonces aunque me imagino que con la crisis que ha llovido, más que barro habrá allí un lodazal (a ver si me entero y lo cuento/ o si alguien lo sabe le agradecería que nos lo contase). Lo que está claro es que hagan lo que hagan, espero que no llamen "rehabilitación" a la posible reproducción del edificio. Dejó aquí el material recogido en internet en aquellas memorables fechas. (Del posible hotelito con encanto, obviamente, no conseguí información)




Hace un par de años se hundió buena parte de este noble pero destartalado edificio y se armó una pequeña polvareda política (además de la natural del catacloc, claro). Para echar un poco de agua al polvo y hacer barrillo, le escribí esta breve nota al alcalde de Casalarreina (y a la sazón, bloguero de su pueblo), que como es de imaginar, no tuvo la amabilidad de responder:
Ilmo. Sr. Alcalde de Casalarreina
Sr. Caperos:
Transmita mi más sincera felicitación al viejo Palacio por su decisión numantina, y a Vd. mi más sentido pésame por dedicarse a hacer política atacando a un partido político que en la materia que nos toca, hace exactamente lo mismo que Vds.
A la vista de los unos y los otros (por no mencionar a los arquitectos de ambos, exactamente intercambiables entre sí), ¿cómo no felicitar al Palacio por tan elegante mutis por el foro?
Y no me diga que lo van a recomponer conforme al estudio topográfico realizado al centímetro por la UPV porque Vd. ya ha puesto las fotos de la defunción en su blog. Por cierto, muchas gracias por las estupendas fotos.
(Otros menos ingenuos que Vd., y que la empresa, habrían puesto andamios opacos y nadie se habría dado cuenta. ¿No lo habían pensado? Pues nada, aún están a tiempo con el trozo que les queda).
Pensé entonces que se trataba de un Cascotes más, y tenía la documentación guardada en una carpeta, pero con el tiempo he dado en pensar que se trata de un edificio LHD, o sea, de una pieza singular que merece un trato mucho más querido y respetuoso. Según supe entonces, aquel viejo Palacio dizque renacentista iba a convertirse en un "hotelito con encanto" así que, al margen del politiqueo que se trajeron y llevaron con su ruina, el deseo de autoinmolarse del propio edificio me parece un rasgo de singularidad u originalidad digno de conservar en la memoria.
No tengo ni idea de qué ha pasado desde entonces aunque me imagino que con la crisis que ha llovido, más que barro habrá allí un lodazal (a ver si me entero y lo cuento/ o si alguien lo sabe le agradecería que nos lo contase). Lo que está claro es que hagan lo que hagan, espero que no llamen "rehabilitación" a la posible reproducción del edificio. Dejó aquí el material recogido en internet en aquellas memorables fechas. (Del posible hotelito con encanto, obviamente, no conseguí información)




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Casalarreina, La Rioja, España
lunes, 1 de marzo de 2010
23. LISBOA CON WIN WENDERS
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La gente que se aburre con el cine de Wenders lo tiene fácil en la crítica a LISBON STORY, una película de 1994 que parece un claro precedente de “Vicky Cristina Barcelona”, es decir, de cine al servicio de la publicidad de una ciudad o un grupo musical. Estoy seguro que muchos alemanes habrán ido a Lisboa para turistear por entre las calles y tranvías que tan bonitos quedan en la peli, o que muchos progres, incluso, se habrán comprado los discos de MADREDEUS, grupo de fados al que dedica tanto tiempo que al final no sabe uno si está viendo un mal video clip o una película de verdad.
A mí también me aburre muchas veces el cine de Wenders pero he de reconocer que tiene un deshabillé que me engancha. Una excentricidad especial a la hora de escoger los personajes, una poética bastante inusual en la acción y los diálogos, y sobre todo (que estamos en el LHD) un ojo para los lugares, que muy pocos cineastas tienen a su nivel.
Yo estuve en Lisboa en 1998 en un viaje de la Escuela de Arte con motivo de la Expo, o sea, cuatro años después de la película de Wenders, y aunque lo pasamos muy bien e hice muchas fotos (fue el año en que me compré mi primera digital con diskettes) lo cierto es que me vine con un sabor agridulce. Los portugueses no nos quieren a los españoles, nos dan la espalda, y ese recelo o esa amarga sensación de que te vean como un posible invasor de su identidad, acaba por calar y por cansar. No somos ni siquiera “extranjeros” como los alemanes de la película de Wenders. En vez de viajeros curiosos nos ven como una amenaza.
Quizás por eso, de la película de Wenders me gusta mucho el viaje por autopistas alemanas, francesas y españolas con que arranca la película. El paisaje europeo se ha unificado mucho, dice el protagonista en voz en off.


Paso de las calles en cuesta, los tranvías y las escaleras porque aunque son preciosas están más vistas que el TBO, y me quedo con los interiores amplios, geométricos y desconchados del caserón en que se instala el protagonista (casualmente el mismo donde ensaya Madredeus). Me recordaron algo de aquellos interiores de la parte final de El Gatopardo de Visconti. Frente a un callejero tortuoso y adaptado a la naturaleza, el orden geométrico de los grandes espacios de la arquitectura interior. Un contraste bellísimo.

La terraza sobre el estuario es de cine, claro, o de cine de Woody Allen sobre Barcelona, así que paso también. Pero Wenders no suele decepcionar todo el rato y nos regala una media hora final filmada en los suburbios de Lisboa, en zonas destartaladas de bloques y zonas polvorientas que nos devuelven al mejor cine italiano del neorrealismo, o al del Pisito de Berlanga. Esa extraordinaria mirada sobre la arquitectura y el urbanismo moderno que está en el candelero arquitectónico gracias al blog de VicisitudesySordideces.



Lisboa fue la capital de un gran imperio colonial, está ubicada en un gran escenario geográfico (el del estuario del Tajo) y como toda gran ciudad tiene de todo. Por ejemplo, nada más llegar en el año 98, yo retraté este monumental edificio postmoderno que bien merecería estar en Cascotes.

Pero, a veces, para reencontrarse con el hermano que no te quiere es preciso viajar muchos, muchos kilómetros. Cuando en el último viaje a Brasil visitamos el casco viejo de Salvador de Bahía experimenté la misma alegría que cuando visité Puebla en México. La alegría de ver nuestra misma civilización construida a miles de kilómetros y al otro lado del océano. O sea, la alegría del comienzo de la película de Wenders: la de que a veces los paisajes y las ciudades poseen esa unidad universal de la que los hombres estúpidamente recelamos.

La gente que se aburre con el cine de Wenders lo tiene fácil en la crítica a LISBON STORY, una película de 1994 que parece un claro precedente de “Vicky Cristina Barcelona”, es decir, de cine al servicio de la publicidad de una ciudad o un grupo musical. Estoy seguro que muchos alemanes habrán ido a Lisboa para turistear por entre las calles y tranvías que tan bonitos quedan en la peli, o que muchos progres, incluso, se habrán comprado los discos de MADREDEUS, grupo de fados al que dedica tanto tiempo que al final no sabe uno si está viendo un mal video clip o una película de verdad.
A mí también me aburre muchas veces el cine de Wenders pero he de reconocer que tiene un deshabillé que me engancha. Una excentricidad especial a la hora de escoger los personajes, una poética bastante inusual en la acción y los diálogos, y sobre todo (que estamos en el LHD) un ojo para los lugares, que muy pocos cineastas tienen a su nivel.
Yo estuve en Lisboa en 1998 en un viaje de la Escuela de Arte con motivo de la Expo, o sea, cuatro años después de la película de Wenders, y aunque lo pasamos muy bien e hice muchas fotos (fue el año en que me compré mi primera digital con diskettes) lo cierto es que me vine con un sabor agridulce. Los portugueses no nos quieren a los españoles, nos dan la espalda, y ese recelo o esa amarga sensación de que te vean como un posible invasor de su identidad, acaba por calar y por cansar. No somos ni siquiera “extranjeros” como los alemanes de la película de Wenders. En vez de viajeros curiosos nos ven como una amenaza.
Quizás por eso, de la película de Wenders me gusta mucho el viaje por autopistas alemanas, francesas y españolas con que arranca la película. El paisaje europeo se ha unificado mucho, dice el protagonista en voz en off.
Paso de las calles en cuesta, los tranvías y las escaleras porque aunque son preciosas están más vistas que el TBO, y me quedo con los interiores amplios, geométricos y desconchados del caserón en que se instala el protagonista (casualmente el mismo donde ensaya Madredeus). Me recordaron algo de aquellos interiores de la parte final de El Gatopardo de Visconti. Frente a un callejero tortuoso y adaptado a la naturaleza, el orden geométrico de los grandes espacios de la arquitectura interior. Un contraste bellísimo.
La terraza sobre el estuario es de cine, claro, o de cine de Woody Allen sobre Barcelona, así que paso también. Pero Wenders no suele decepcionar todo el rato y nos regala una media hora final filmada en los suburbios de Lisboa, en zonas destartaladas de bloques y zonas polvorientas que nos devuelven al mejor cine italiano del neorrealismo, o al del Pisito de Berlanga. Esa extraordinaria mirada sobre la arquitectura y el urbanismo moderno que está en el candelero arquitectónico gracias al blog de VicisitudesySordideces.
Lisboa fue la capital de un gran imperio colonial, está ubicada en un gran escenario geográfico (el del estuario del Tajo) y como toda gran ciudad tiene de todo. Por ejemplo, nada más llegar en el año 98, yo retraté este monumental edificio postmoderno que bien merecería estar en Cascotes.
Pero, a veces, para reencontrarse con el hermano que no te quiere es preciso viajar muchos, muchos kilómetros. Cuando en el último viaje a Brasil visitamos el casco viejo de Salvador de Bahía experimenté la misma alegría que cuando visité Puebla en México. La alegría de ver nuestra misma civilización construida a miles de kilómetros y al otro lado del océano. O sea, la alegría del comienzo de la película de Wenders: la de que a veces los paisajes y las ciudades poseen esa unidad universal de la que los hombres estúpidamente recelamos.
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Lisboa, Portugal
jueves, 25 de febrero de 2010
22. ESTOCOLMO, AGUA Y LUZ
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Hace unos día vi “Under the sun”, una película sueca bastante tontorrona pero exquisitamente filmada, que me recordó lo bellísima que es la luz veraniega por allí, por el norte de Europa. Me acordé entonces de la experiencia lumínica más hermosa que viví en uno de los viajes del COAR a Escandinavia, el larguísimo atardecer en un paseo en barco por la salida de Estocolmo hacia el mar,

y caí en la cuenta de que en aquel artículo que escribí sobre la “ciudad y el agua” para la exposición posterior a aquel viaje no había publicado nunca mis fotos.




Una Voz en un Lugar fue un libro recopilatorio de artículos para el que no pensé en fotos. (¡Lo que hemos cambiado en sólo diez años!). En todo caso recuerdo que todos los arquitectos viajeros comentamos que las fotos de aquel viaje nos salieron bastante mal. La luz sueca nos engañó muchas veces; A nosotros y a los fotómetros automáticos de nuestras cámaras. Yo encima, cargué la cámara con diapositiva y en el paso a papel todavía empeoró más el resultado. He digitalizado algunas de aquellas frustradas fotos por si aún pudiera recuperar la evocación de aquella luz, pero creo que el resultado dista bastante de la realidad.




Pensé que Panoramio y Google Earth podrían ayudarme con su generoso material, pero la mayoría de las fotos que he podido ver de ese recorrido están hechas desde el aire o con una luz de mediodía que nada tiene que ver con la experiencia de luz y lugar que trato de traer aquí.
Sea como fuere, pongo también las fotos de Panoramio para dejar constancia de aquel recuerdo.




Y si con lo uno y lo otro no lo consigo, viendo “Under the sun” lo puede uno complementar.
Esta es la foto aérea de Google del extraordinario escenario geográfico del que hablo:
Hace unos día vi “Under the sun”, una película sueca bastante tontorrona pero exquisitamente filmada, que me recordó lo bellísima que es la luz veraniega por allí, por el norte de Europa. Me acordé entonces de la experiencia lumínica más hermosa que viví en uno de los viajes del COAR a Escandinavia, el larguísimo atardecer en un paseo en barco por la salida de Estocolmo hacia el mar,
y caí en la cuenta de que en aquel artículo que escribí sobre la “ciudad y el agua” para la exposición posterior a aquel viaje no había publicado nunca mis fotos.
Una Voz en un Lugar fue un libro recopilatorio de artículos para el que no pensé en fotos. (¡Lo que hemos cambiado en sólo diez años!). En todo caso recuerdo que todos los arquitectos viajeros comentamos que las fotos de aquel viaje nos salieron bastante mal. La luz sueca nos engañó muchas veces; A nosotros y a los fotómetros automáticos de nuestras cámaras. Yo encima, cargué la cámara con diapositiva y en el paso a papel todavía empeoró más el resultado. He digitalizado algunas de aquellas frustradas fotos por si aún pudiera recuperar la evocación de aquella luz, pero creo que el resultado dista bastante de la realidad.
Pensé que Panoramio y Google Earth podrían ayudarme con su generoso material, pero la mayoría de las fotos que he podido ver de ese recorrido están hechas desde el aire o con una luz de mediodía que nada tiene que ver con la experiencia de luz y lugar que trato de traer aquí.
Sea como fuere, pongo también las fotos de Panoramio para dejar constancia de aquel recuerdo.




Y si con lo uno y lo otro no lo consigo, viendo “Under the sun” lo puede uno complementar.
Esta es la foto aérea de Google del extraordinario escenario geográfico del que hablo:
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Estocolmo, Suecia
sábado, 20 de febrero de 2010
21. LAS CASAS DE TANA TORAJA, Sulawesy, Indonesia.
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Si creo que me moriré sin haber ido a Memphis, más seguro es que deje este mundo sin haber pisado Indonesia. Selva con mosquitos y bichos de toda índole, tipos de ojos rasgados con machetes en la mano (y encima musulmanes), y por si fuera poco, el cuarto país más poblado del planeta. No sé, igual de viejo me da por hacer un crucero como a Jünger en “Pasados los setenta”, pero no creo que aquí den las pensiones para tanto. Eso, si nos podemos jubilar...


Pero ya que viajar de verdad empieza a no interesarme, y a países raros mucho menos, con internet y buenos corresponsales, cada vez me gusta más. Hubo un tiempo en coleccionaba los suplementos dominicales de viajes, pero hubo también un momento en que me dieron asco: todo era bonito, todo era accesible, todo era igual, todo era plano. Si el periodismo en general es ya el modelo casi perfecto de la escritura vacía, el periodismo de viajes es el periodismo de los periodismos. Los blogs, sin embargo, son otra cosa. Fotos bellísimas y comentarios espontáneos, casi diría que directos. Y eso que la escritura nunca lo es (y la escritura pública mucho menos).


A lo que vamos: hace unas semanas encontré por causalidad el blog de un tal Ignacio Izquierdo,
que por lo visto anda por ahí dando la vuelta al mundo, y me enganché. No tengo ni idea de quien le paga ni he tenido tiempo de bucear hacia atrás en todo lo ya recorrido (¡va por el día 267 de su viaje!) pues de momento, bastante tengo cada semana con seguir lo que cuelga.
La calidad de las fotos raya en la perfección, o sea, en ese arte tan sobado de la fotografía publicitaria que más bien echa para atrás. No es fácil ver la verdad de las cosas cuando la fotografía es tan edulcorada y a mí en los viajes me gusta la verdad y no lo de los suplementos dominicales. Sin embargo, la frescura de sus textos compensa largamente la perfección de las fotos.


Gracias a Google Earth viajo luego a los lugares que menciona en su blog, comparo sus fotos con las que pone la gente, y me hago una idea. Las fotos que la gente cuelga en Panoramio son más de andar por casa, es decir, más cercanas a la verdad de los lugares.
Sin embargo en el caso de la aldea de Tana Toraja, las fotos que he encontrado en Panoramio son incluso más sorprendentes que las del propio Ignacio Izquierdo. Las casas con tejados en forma de cuernos de búfalo y los arrozales escalonados en ladera, parece que no necesitan de preciosismo alguno en el manejo de la cámara. Como escribí una vez del Guggenheim de Bilbao, toda foto que les hagas, por muy mal que encuadres (e incluso si encuadras mal, mejor) te sale una obra de arte.
No sé si hago bien en poner en este blog dedicado a la arquitectura sensata algo tan insensato como esas casas de Tana Toraja o esos minifundios de arrozales en ladera, pero eso es lo que pasa por viajar con internet: que a diferencia de los viajes pensados desde suplementos dominicales en que vas buscando lo que ya habías visto en las fotos, con blogs y google earth te sueles encontrar lo que no buscabas.


Si creo que me moriré sin haber ido a Memphis, más seguro es que deje este mundo sin haber pisado Indonesia. Selva con mosquitos y bichos de toda índole, tipos de ojos rasgados con machetes en la mano (y encima musulmanes), y por si fuera poco, el cuarto país más poblado del planeta. No sé, igual de viejo me da por hacer un crucero como a Jünger en “Pasados los setenta”, pero no creo que aquí den las pensiones para tanto. Eso, si nos podemos jubilar...
Pero ya que viajar de verdad empieza a no interesarme, y a países raros mucho menos, con internet y buenos corresponsales, cada vez me gusta más. Hubo un tiempo en coleccionaba los suplementos dominicales de viajes, pero hubo también un momento en que me dieron asco: todo era bonito, todo era accesible, todo era igual, todo era plano. Si el periodismo en general es ya el modelo casi perfecto de la escritura vacía, el periodismo de viajes es el periodismo de los periodismos. Los blogs, sin embargo, son otra cosa. Fotos bellísimas y comentarios espontáneos, casi diría que directos. Y eso que la escritura nunca lo es (y la escritura pública mucho menos).


A lo que vamos: hace unas semanas encontré por causalidad el blog de un tal Ignacio Izquierdo,
que por lo visto anda por ahí dando la vuelta al mundo, y me enganché. No tengo ni idea de quien le paga ni he tenido tiempo de bucear hacia atrás en todo lo ya recorrido (¡va por el día 267 de su viaje!) pues de momento, bastante tengo cada semana con seguir lo que cuelga.
La calidad de las fotos raya en la perfección, o sea, en ese arte tan sobado de la fotografía publicitaria que más bien echa para atrás. No es fácil ver la verdad de las cosas cuando la fotografía es tan edulcorada y a mí en los viajes me gusta la verdad y no lo de los suplementos dominicales. Sin embargo, la frescura de sus textos compensa largamente la perfección de las fotos.


Gracias a Google Earth viajo luego a los lugares que menciona en su blog, comparo sus fotos con las que pone la gente, y me hago una idea. Las fotos que la gente cuelga en Panoramio son más de andar por casa, es decir, más cercanas a la verdad de los lugares.
Sin embargo en el caso de la aldea de Tana Toraja, las fotos que he encontrado en Panoramio son incluso más sorprendentes que las del propio Ignacio Izquierdo. Las casas con tejados en forma de cuernos de búfalo y los arrozales escalonados en ladera, parece que no necesitan de preciosismo alguno en el manejo de la cámara. Como escribí una vez del Guggenheim de Bilbao, toda foto que les hagas, por muy mal que encuadres (e incluso si encuadras mal, mejor) te sale una obra de arte.
No sé si hago bien en poner en este blog dedicado a la arquitectura sensata algo tan insensato como esas casas de Tana Toraja o esos minifundios de arrozales en ladera, pero eso es lo que pasa por viajar con internet: que a diferencia de los viajes pensados desde suplementos dominicales en que vas buscando lo que ya habías visto en las fotos, con blogs y google earth te sueles encontrar lo que no buscabas.


martes, 9 de febrero de 2010
20. BERDUN (Huesca)
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En pocas ocasiones me enamoro ya de un lugar, pero el otro día me ocurrió. Con la de veces que he pasado por delante del pueblo de Berdún nunca me había parado en él. Bueno, sí, una vez me había parado, pero no en el pueblo sino al pie del mismo, en la carretera. Y eso lo conté en un Cascotes: Parada Respiratoria.
Ni siquiera estuve seguro entonces de que aquel bar de carretera perteneciese a Berdún. Los pueblos de Huesca me dan pánico porque el Forropiedra Aragonés del que hablé en un LHD, ha causado, y sigue causando, estragos en ellos.
Pero bueno, esta vez era de noche, teníamos que cenar y había tiempo para pasear, y como la opción del Bar de la Parada Respiratoria siempre estaba asegurada nos atrevimos a subir al pueblo. ¡Y qué sorpresa!. Calles estrechas y sin apenas coches, casas de verdad y con poco o nada de forropiedra ni de modernidades de arquitectos. No pudimos disfrutar de las impresionantes vistas que tienen desde ese balcón sobre el Pirineo, con el Bisaurín al fondo

o del dominio de la Canal que lleva el nombre del propio pueblo, pero a cambio hicimos vida interior y recalamos en su único bar, El Rincón de Emilio, que a pesar de tener un anuncio-cartel gigantesco y bastante horroroso (o convencional) a la entrada-aparcamiento, resultó tener un estupendo ambiente popular. Tienen una web con foto forropiedra, pero por suerte no vimos esa perspectiva, y lo que sí hicimos en él fue cenar un par de huevos fritos con Chistorra por 4 euros, atendidos estupendamente por Sandra, una camarera la mar de tranquila, servicial y simpática.
Como era de noche no pude hacer fotos de sus calles y casas, pero rastreando por la red he encontrado un par de ellas para poner aquí.


La verdad es que cuando nos fuimos de Berdún dudamos de si era tan bonito como lo habíamos visto, o si mi amor era producto de la nocturnidad, pero a la vista de estas fotos creo que fue un amor verdadero.
La mayoría de las fotos de Google Panoramio son las que los turistas hacen desde la carretera. Y entre ellos me incluyo. Nosotros la hicimos al día siguiente, pero fue más que nada para testimoniar nuestro flechazo. Es la que he puesto para iniciar este post.
Para acabarlo, pongo la habitual foto aérea de Google.

Y por supuesto, la bellísima y limpia cara norte del pueblo según se descubre cuando se viene de Pamplona.
En pocas ocasiones me enamoro ya de un lugar, pero el otro día me ocurrió. Con la de veces que he pasado por delante del pueblo de Berdún nunca me había parado en él. Bueno, sí, una vez me había parado, pero no en el pueblo sino al pie del mismo, en la carretera. Y eso lo conté en un Cascotes: Parada Respiratoria.
Ni siquiera estuve seguro entonces de que aquel bar de carretera perteneciese a Berdún. Los pueblos de Huesca me dan pánico porque el Forropiedra Aragonés del que hablé en un LHD, ha causado, y sigue causando, estragos en ellos.
Pero bueno, esta vez era de noche, teníamos que cenar y había tiempo para pasear, y como la opción del Bar de la Parada Respiratoria siempre estaba asegurada nos atrevimos a subir al pueblo. ¡Y qué sorpresa!. Calles estrechas y sin apenas coches, casas de verdad y con poco o nada de forropiedra ni de modernidades de arquitectos. No pudimos disfrutar de las impresionantes vistas que tienen desde ese balcón sobre el Pirineo, con el Bisaurín al fondo

o del dominio de la Canal que lleva el nombre del propio pueblo, pero a cambio hicimos vida interior y recalamos en su único bar, El Rincón de Emilio, que a pesar de tener un anuncio-cartel gigantesco y bastante horroroso (o convencional) a la entrada-aparcamiento, resultó tener un estupendo ambiente popular. Tienen una web con foto forropiedra, pero por suerte no vimos esa perspectiva, y lo que sí hicimos en él fue cenar un par de huevos fritos con Chistorra por 4 euros, atendidos estupendamente por Sandra, una camarera la mar de tranquila, servicial y simpática.
Como era de noche no pude hacer fotos de sus calles y casas, pero rastreando por la red he encontrado un par de ellas para poner aquí.


La verdad es que cuando nos fuimos de Berdún dudamos de si era tan bonito como lo habíamos visto, o si mi amor era producto de la nocturnidad, pero a la vista de estas fotos creo que fue un amor verdadero.
La mayoría de las fotos de Google Panoramio son las que los turistas hacen desde la carretera. Y entre ellos me incluyo. Nosotros la hicimos al día siguiente, pero fue más que nada para testimoniar nuestro flechazo. Es la que he puesto para iniciar este post.
Para acabarlo, pongo la habitual foto aérea de Google.
Y por supuesto, la bellísima y limpia cara norte del pueblo según se descubre cuando se viene de Pamplona.

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