martes, 28 de abril de 2009

6. BERLIN, Aeropuerto de Tempelhof



Cuando estuve de viaje de estudios en Berlín con la Escuela de Arte en el 2005 no llevé a los alumnos a verlo porque para entender y apreciar un edificio como el aeropuerto de Tempelhof hace falta cierta preparación previa. Cualquier arquitectura contaminada por el poder, y ya no digamos si el poder es el del nazismo alemán, necesita tiempo y distancia para poder acercarse a ella.

En España creo que fue Federico Correa el que primero se acercó a la producción plástica nazi (tanto pintura, escultura como arquitectura) en un largo y memorable artículo de la revista Arquitectura Bis a mitad de los setenta, animado sin duda por las teorías y moda de la Tendenza italiana que por entonces hacían furor. Un gran artículo aquel.

Yo tardé aún unos años en leer las memorias de Albert Speer y cuando estaba en ello tuve la suerte de encontrar en la cuesta de Moyano un libro con sólo una esvástica en la portada y con el título a dos idiomas en el lomo: Neue Deutsche Baukunst / La Nueva Arquitectura Alemana. Estaba editado en 1941 y en su interior había un panfletario artículo de la arquitectura del Führer en español y alemán, con una excelente serie de fotografías de las obras y maquetas que se habían ejecutado en los ocho primeros años del régimen. Entre esas fotos estaba la que he puesto arriba, en la que creo haber visto por vez primera la imagen del aeropuerto de Tempelhof, proyecto de un arquitecto completamente desconocido: Ernst Sagebiel.

Los avatares del aeropuerto están muy bien documentados en el artículo que le dedica la wikipedia, donde además del carácter épico del famoso puente aéreo de los años más duros de la guerra fría, podemos leer que hasta la construcción del Pentágono norteamericano fue el edificio más grande del mundo. Como ya he comentado otras veces, el tamaño sólo es un mérito para las gentes escasas de imaginación y sensibilidad. Mayor mérito de ese edificio es el empeño (seguramente primero y último) por lograr que un aeropuerto (esos famosos no-lugares según la caracterización de Augé) fuese también un edificio urbano. El colosal esfuerzo por compatibilizar escalas y hacer con una sola pieza de arquitectura la transición del espacio aéreo a la calle tradicional creo que es único en el mundo.

Como digo, lo visité en el 2005 en la grata compañía de Javier Dulín y ambos nos quedamos impactados por su calidad arquitectónica. Tiene narices, nos decíamos uno a otro, que para disfrutar a gusto de la arquitectura tengamos que venir a un resto del nazismo. La secuencia de espacios y fachadas es portentosa y la resumo en estas pocas fotos de los cuatro grandes episodios que definen la globalidad del edificio:

La conexión a la ciudad mediante los edificios de viviendas abiertos en curva a la plaza. Sólo las formas simples y rotundas de los porches ya son soberbias:





La gran plaza exterior de llegada de automóviles y viajeros de forma oblonga, seguramente desfigurada ahora por los cambios en la urbanización:



El excepcional espacio central del hall del aeropuerto, igualmente rectangular e iluminado a través de claraboyas cenitales y de unos cuerpos semidiáfanos laterales que nacen en unas fachadas exteriores realmente espléndidas. Como curiosidad del espacio del gran hall obsérvese la asimetría del reloj y la puerta del restaurante, situado al fondo en el primer piso:





Y por último, el gigantesco cuerpo articulado y curvado que abraza el espacio aéreo:







En nuestra primera visita conseguimos llegar a ver el espacio de la gran marquesina adentrándonos furtivamente por uno de los cuerpos que articulan los bloques, pero sólo gracias a las imágenes de sketch up accesibles mediante google earth nos podemos hacer una idea de la aproximación al edificio desde los aviones.

También con las imágenes de sk-up y go-earth podemos ilustrar mejor la sucesión y articulación de esos cuatro brillantes episodios de este aeropuerto único en el mundo.





Cuando visitamos el edifico ya estaba amenazado de abandono y se pensaba en reconvertirlo en un gigantesco parque con zonas comerciales, proyecto recogido en el librito “Berlín, La ciudad desde 1989; Espacio experimental de arquitectura” ed COAM, y esta es la triste imagen que se anunciaba de él para el futuro:



Un año después del viaje de la Escuela volví a Berlín para pasar un verano en el Kreuzberg con mi familia y lo revisité en su grata compañía. En la zona del restaurante Teresa encontró una puerta abierta y se metió por ella para tratar de llegar a la zona de la marquesina. La puerta se cerró y Teresa desapareció en ese gigantesco y fantasmal edificio, así que pasamos un mal rato hasta que la encontró su hermana por otra puerta. El reportaje de esta segunda visita terminó con esas tres preciosas sonrisas que no me resisto a dejar de publicar. Ahí quedan para siempre, cruzando una calle más de la ciudad con todo un gran aeropuerto detrás: un aeropuerto del que nadie podrá decir nunca que sea un no-lugar.