martes, 13 de julio de 2010

39. EL PUENTE DE BROOKLYN. Nueva York.

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La reciente (y milagrosa) publicación en Logroño de El Mito de la Máquina de Lewis Mumford (ed. Pepitas de Calabaza) y el anuncio de la editorial de que también prepara la reedición de El Pentágono del Poder y La Ciudad en la Historia me han hecho revolver entre mis primeros cuadernos de notas de lecturas de arquitectura para reencontrarme con el libro a través del cual conocí a Lewis Mumford: “Las décadas oscuras”.

Transcribo aquellas notas de 1972 porque el ejemplar que leí era de la biblioteca de la Escuela: “Estudia el desarrollo de la Historia de la Arquitectura y las artes visuales en Estados Unidos durante el periodo que va desde 1865 a 1895. Mumford estructura su libro presentando distintas facetas de la cultura americana en el transcurso de estos años. Comienza con un panorama general donde analiza el momento histórico de Estados Unidos posterior a la Guerra Civil, las consecuencias de la misma y el estado social y psicológico en que la población desarrollaba sus distintas actividades, época que denomina “las décadas oscuras”, o bien el “renacimiento enterrado” por la cita de Aguste Rodin: “América ha tenido un Renacimiento y no se ha dado cuenta”.

Pero la cita que mejor expresa ese momento histórico es de Emerson: “Esperábamos que en la paz, después de semejante guerra, se produciría una gran expansión espiritual del país, grandes perspectivas en toda dirección, verdadera libertad en materia de política, de religión, de ciencia social, de pensamiento. Pero la energía de la nación parece haberse agotado en la guerra. Es la antigua historia. Y es que después de una guerra no hay juventud”.

Aparte de las notas escritas, de ese libro me habían quedado en la memoria tan sólo un par de vivos recuerdos: el de una perla del propio Mumford que casi sabría decir de memoria pero que gracias a esas notas puedo transcribir fielmente: “El axioma más corriente de la historia es que cada generación se rebela contra sus padres y hace amistad con sus abuelos”; y la narración en tono épico de la construcción del puente de Brooklyn por John A. Roebling y su hijo Washington A. Roebling.

No tengo el libro a mano y me temo que estará descatalogado pero muy a gusto lo releería ahora para ilustrar otro par de fotos e incluso una ilustración que pongo aquí bajadas de internet de entre las muchísimas y bellísimas que se le han hecho.





Más en falta eché tener el libro en mis manos las dos veces que lo visité, una en 1990, de la que es muestra esta foto:



y otra en el 2003, algo más acompañado:



Recuerdo ahora aquel dicho de Borges celebrando a las ciudades que habían sido cantadas por un gran poeta o referidas por un gran verso. En el caso de los edificios es bastante más difícil encontrar un poeta o un buen verso y en la mayor parte de las visitas nos tenemos que conformar con los elementales datos de las guías. Pero hay lugares con suerte que tienen un gran texto detrás y que es imperdonable no leer. Y uno de ellos es el Puente de Brooklyn y la narración épica de su construcción en “las décadas oscuras” por Lewis Mumford.



(Una recomendación turística para acabar: si visitáis el puente sin tener fresca esta lectura y queréis consolaros, o si lo visitáis con ella y queréis celebrarlo de veras, no dejéis de ir a cenar al River Café, restaurante sobre el East River estratégicamente situado debajo del puente en el lado de Brooklyn. La vista nocturna desde allí es conmovedora, y esta foto encontrada en internet es una muestra:)

jueves, 8 de julio de 2010

38. RESTAURANTES CON FOTO DE EQUIPO

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A principios del mes pasado, Klaus Peter Goebel, director de la Architektur Inner Schüle de Stuttgart, que compartía jurado conmigo en París, me llevó a cenar a un sitio al que por lo visto le tenía cierto cariño.



La cena estuvo muy bien, el vino de la zona de Marsella, interesante, la conversación amenísima y los saludos con los comensales de las mesas vecinas (muy propio entre extranjeros en París) divertidísimos. Tras pagar la cuenta, Klaus me dio la tarjeta del restaurante que mostraba un par de fotos del grupo humano –cocineros, camareros, dueños, etc.- en dos momentos muy alejados de su historia.

La tarjeta me recordó la primera vez que vi algo así. Fue tras una alegre cena en la bonita localidad turística de Lindau, en el lado alemán del lago Constanza (Bodensee).



Viajábamos entonces con las hijas y con amigos de Logroño en plan muy económico, por lo que cenar por poco dinero en un restaurante que ofrecía una tarjeta con la foto del grupo humano que lo llevaba me pareció todo un lujo.



Que un lugar se represente no por las fotos o planos sino por la gente que lo mantiene con vida y da servicio es toda una lección para un arquitecto. Y por eso les doy a ambos los cinco tenedores LHD.

Dejo aquí puestas las localizaciones por si pasáis cerca y os apetece comer en ellos.

El Petit St Benoit está en el número 4 de la calle del mismo nombre, calle que arranca junto a la iglesia de St Germain des Pres. La zona, por otra parte, es animadísima.




El Alte Post de Lindau está en la Fisherstrasse 3, a un paso de la Marktplatz. Veo ahora en Google Earth que es el restaurante de un Hotel (el Gasthof), pero por el recuerdo que tengo y otras experiencias de restaurantes de hoteles en Alemania puedo asegurar que es algo que no tiene las connotaciones negativas de aquí.




Buen provecho.