lunes, 28 de enero de 2013

65. CATEDRALES



En el verano del 2001 recorrí con Rosalía, Teresa y Elena diez de las catedrales del entorno de París por ver si podía acercarme un poco al entendimiento de ese tipo de arquitectura que se me antoja cosmológica. Tras la primera decepción con la primera cámara digital por la poca definición de sus imágenes, había vuelto yo a la foto analógica, mucho más cara, e hice por tanto pocas fotos. Rosalía se entretuvo mientras tanto con la digital haciendo muchas más, según le iban dictando el capricho de sus recorridos y descubrimientos. Teresa y yo llevamos cuaderno de dibujo pero siempre tuvimos la sensación de que cada apunte era un fracaso porque no había forma de capturar la complejidad del espíritu de cada catedral mediante dibujillo alguno. También tomé notas en mi diario, pensando si acaso podría ser ese el mejor sistema de guardar algo en la memoria.

Por supuesto, también había confiado en los libros como las mejores armas para desbrozar el camino. Añoré entonces LA ESENCIA DEL ESTILO GOTICO, de Wilheim Worringer, simpático esfuerzo psicológico que había leído en mis años de estudiante y que nunca tuve en mi biblioteca. Me quedaban las notas que tomé y que tengo aún a mano, pero se me antojaron insuficientes para transmitir el entusiasmo del autor. Conservo a cambio el librito de Fulcanelli, EL MISTERIO DE LAS CATEDRALES, que también había leído en mis años de estudiante pero del que guardaba peor recuerdo porque en aquel entonces lo misterioso me atraía bastante poco.

Por supuesto tenía también a mano el gran tomo de la editorial Aguilar dedicado a la ARQUITECTURA GOTICA en general, redactado por un tal Louis Grodecki que nunca supe quien era, y el académico y fatigoso estudio de Otto von Simson, LA CATEDRAL GOTICA, en Alianza Forma, en el que había puesto yo una cita de Jünger a modo de preámbulo que decía así:

"Lo digno de veneración no es el lenguaje sino lo inexpresable. Lo que hay que venerar no son las iglesias sino lo invisible que vive en ellas".  (Radiaciones, vol 2, pag 314)

Si con visitas turísticas de verano, cámaras de fotos, cuadernos de dibujos, notas de diarios y sesudos libros no había conseguido ni hacerme con el dominio de sus sistemas y proporciones ni con su imaginario formal, poco más me quedaba por hacer.

Pero como pocas obras arquitectónicas suscitan ya mi curiosidad y entre esas pocas aún siguen estando las catedrales, voy a hacer un nuevo intento de acercamiento y voy a probar a ver si con todos mis recuerdos y con todas estas nuevas herramientas de internet, los blogs, las miles de fotos de los aficionados, las imágenes de google y los sketch up de los nuevos dibujantes digitales, es decir, con la suma de tantas pequeñas aportaciones colectivas podría acercarme de nuevo a esas diez catedrales del entorno de París cuya visita programé aquel verano del 2001 con tanta ilusión. Esa ilusión que suele llevar al desencanto cuando el objetivo claramente nos supera.

No esperen los lectores de este blog, cada vez más numerosos, dispersos e inesperados (las estadísticas de google me dejan tan sorprendido como la ausencia absoluta de ecos y respuestas), otra novedad que la de algún apunte heterodoxo o unas memorias mal escritas. Si me meto de nuevo en las catedrales mediante un blog no es porque espere sacar algo de las catedrales sino del blog: este nuevo género literario que me hace tan feliz porque dicen que ya ha muerto sin haber nacido, y con el que uno investiga y escribe en perfecta soledad sabiéndose mirado e ignorado por todo el mundo.