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Mi afecto por el Valle de Arán es, como tantos afectos, producto de la casualidad o de la biografía de uno. Estando en último de carrera encontré un trabajillo remunerado como dibujante para un equipo contratado por el Colegio de Arquitectos de Cataluña que hacía un estudio integral sobre todo el Valle de Arán, y como conocí mucho sus pueblos, sus casas y sus iglesias pero nunca me llevaron allí, aproveché mi viaje de novios para recorrer con todo el cariño del mundo lo que había estado dibujando sin conocer.
La afición al esquí y al monte me han devuelto al Valle de Arán no pocas veces en los últimos años, pues Baqueira Beret es sin duda la mejor estación de esquí de España (o por lo menos, la más cuidada), y subir al Montartó o explorar otros de sus muchos rincones (la Artiga de Lin, el Riu Torán, los Baños de Tredós o el collado de Varrados desde Bagergue) van siendo excursiones soñadas y cumplidas.
Pero como en aquel primer contacto con el Valle de lo que se trataba era de contrastar la torpeza inmobiliaria y arquitectónica de nuestro tiempo con la excepcional belleza del escenario geográfico y de la arquitectura vernácula que había ido brotando de ella durante siglos, cada vez que he vuelto a Arán no he podido dejar de sentir cruelmente esa misma dualidad.
Tengo archivadas muchas fotos de los pueblos y de sus casas, o sea de la sencillez y hermosura de lo que había y de la mezquindad de lo que se ha construido en los últimos cincuenta años; pero como esta última vez que he estado allí me he dado cuenta que cada vez es más difícil poder hacer una foto de alguna casa o de algún rincón urbano de aquellos que descubrí en las fotos del trabajo del año 1975, he pensado que ya iba siendo hora de poner en este bendito blog algunas de las fotos que he ido haciendo a lo largo de estos años.
La casa que he puesto arriba encabezando esta nota está (estaba) en Betlán. La foto la hice en el verano de 1990. Quince años después, en enero del 2005, volví a Betlán y me encontré la casa así:
Sí, claro, seguía estando ahí pero...¿expoliada? ¿exfoliada? ...; ”cascotizada” diría yo, dentro de ese gran capítulo de Cascotes que podemos hacer con la arquitectura de “restauración”, “rehabilitación”, “reconstrucción” o como se llamen las diferentes “intervenciones” de los arquitectos o de la cultura arquitectónica de nuestro tiempo y nuestro país en lo ya construido.
Esta casa de Betlán tiene además otra historia biográfica, y por eso seguramente la he elegido de entre otras muchas del Valle ya desaparecidas o mixtificadas. Recuerdo que en los últimos meses en que aún ejercí como arquitecto, cuando ya estaba con un pié fuera del despacho, al encargarme el proyecto de una casa en un pueblo, saqué la foto de arriba (por entonces muy reciente) y dije: ya está, ¡como ésta! Hagamos algo similar. Obviamente al cliente no le gustó, y yo saqué el otro pié de allí.
Mi afecto por el Valle de Arán es, como tantos afectos, producto de la casualidad o de la biografía de uno. Estando en último de carrera encontré un trabajillo remunerado como dibujante para un equipo contratado por el Colegio de Arquitectos de Cataluña que hacía un estudio integral sobre todo el Valle de Arán, y como conocí mucho sus pueblos, sus casas y sus iglesias pero nunca me llevaron allí, aproveché mi viaje de novios para recorrer con todo el cariño del mundo lo que había estado dibujando sin conocer.
La afición al esquí y al monte me han devuelto al Valle de Arán no pocas veces en los últimos años, pues Baqueira Beret es sin duda la mejor estación de esquí de España (o por lo menos, la más cuidada), y subir al Montartó o explorar otros de sus muchos rincones (la Artiga de Lin, el Riu Torán, los Baños de Tredós o el collado de Varrados desde Bagergue) van siendo excursiones soñadas y cumplidas.
Pero como en aquel primer contacto con el Valle de lo que se trataba era de contrastar la torpeza inmobiliaria y arquitectónica de nuestro tiempo con la excepcional belleza del escenario geográfico y de la arquitectura vernácula que había ido brotando de ella durante siglos, cada vez que he vuelto a Arán no he podido dejar de sentir cruelmente esa misma dualidad.
Tengo archivadas muchas fotos de los pueblos y de sus casas, o sea de la sencillez y hermosura de lo que había y de la mezquindad de lo que se ha construido en los últimos cincuenta años; pero como esta última vez que he estado allí me he dado cuenta que cada vez es más difícil poder hacer una foto de alguna casa o de algún rincón urbano de aquellos que descubrí en las fotos del trabajo del año 1975, he pensado que ya iba siendo hora de poner en este bendito blog algunas de las fotos que he ido haciendo a lo largo de estos años.
La casa que he puesto arriba encabezando esta nota está (estaba) en Betlán. La foto la hice en el verano de 1990. Quince años después, en enero del 2005, volví a Betlán y me encontré la casa así:
Sí, claro, seguía estando ahí pero...¿expoliada? ¿exfoliada? ...; ”cascotizada” diría yo, dentro de ese gran capítulo de Cascotes que podemos hacer con la arquitectura de “restauración”, “rehabilitación”, “reconstrucción” o como se llamen las diferentes “intervenciones” de los arquitectos o de la cultura arquitectónica de nuestro tiempo y nuestro país en lo ya construido.
Esta casa de Betlán tiene además otra historia biográfica, y por eso seguramente la he elegido de entre otras muchas del Valle ya desaparecidas o mixtificadas. Recuerdo que en los últimos meses en que aún ejercí como arquitecto, cuando ya estaba con un pié fuera del despacho, al encargarme el proyecto de una casa en un pueblo, saqué la foto de arriba (por entonces muy reciente) y dije: ya está, ¡como ésta! Hagamos algo similar. Obviamente al cliente no le gustó, y yo saqué el otro pié de allí.