viernes, 16 de septiembre de 2011

52. ALPINE OLD TAVERN, Benton County, Oregón, USA.

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Ya casi habíamos acabado nuestras vacaciones veraniegas en Eugene, Oregón, cuando nuestro vecino, y a la postre anfitrión, James Cloutier, vino a casa para regalarnos un libro de fotos que había hecho como trabajo final de un master de fotografía en la Universidad de Oregón en 1968.


Con una maquetación muy cuidada al estilo de los clásicos libros de fotografía americanos de la época de la depresión, el libro contenía una serie de fotografías de gentes y edificios de un pequeño pueblo de Oregón de no más de doscientos habitantes, tomadas durante meses con mucha paciencia y, por lo que se puede apreciar en él, tras haberse ganado la confianza y el cariño de los vecinos.








El libro se editó diez años después y en ese corto periodo de tiempo, muchos de los edificios y personajes del libro habían ya desaparecido. Sin embargo, como James nos dijo que la taberna en donde había hecho la mayor parte de las fotos seguía tal cual, para allí que nos fuimos.

Cuando a pesar del nuevo porche la reconocimos y  frenamos, la dueña (o mesera) y un  parroquiano que estaban fumando un cigarro en la puerta (cosas de los nuevos tiempos), nos preguntaron si estábamos perdidos, pero nosotros les dijimos que no, que creíamos estar en el punto exacto que andábamos buscando. Entramos, la encontramos tal cual, con su barra a la izquierda, las mesas a la derecha, la mesa de billar al fondo..., y pedimos un par de Widmers.



Sobre la primera mesa vacía que se ve a la izquierda, estaba la foto que según nos había contado orgulloso James, le había comprado hace pocos años la Miller Beer para un anuncio de su cerveza.  James había estado apostado frente de la taberna captando una pequeña historia de amor y celos con beso incluido, y a los publicistas de la Miller les gustó mucho. ¡Y pagaron bien por ella!


Eso sí, le tuvieron que hacer un par de retoques de photoshop para cambiar los luminosos originales de la marca de la cerveza por los de la Miller.


Como no podía ser de otro modo, la mesera y el parroquiano pronto se hicieron buenos amigos nuestros y acabamos compartiendo un cigarro en la puerta y haciéndonos unas fotos con ellos.




Nos dijeron que seguramente éramos los primeros españoles que habían parado allí. Europeos debíamos de ser los segundos: "hace unos años creo que pararon unos daneses" - me comentó él.
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