viernes, 1 de enero de 2016

92. UNITY TEMPLE. 1905-1908. CHICAGO



Esta fotografía de un rincón del Unity Temple de Chicago la tomé en abril de 1990, pero no fue hasta mucho después que empecé a valorar su singularidad y su magisterio. No hacía dos años que había abandonado el ejercicio de la profesión de arquitecto para dedicarme a la docencia y la lectura de filosofía, y aún no había empezado a profundizar en los mecanismos que la decoración tiene para embellecer y transformar un espacio. Cuando poco a poco me fui dando cuenta del papel que la escultura y la pintura tenían dentro de un organismo arquitectónico, de la capacidad de la decoración en significar, subrayar u ornamentar sus paramentos y espacios, y del orden histórico con que se habían sucedido los cambios de actitud hacia todo ello en el siglo XX, esta fotografía iba volviendo siempre al primer plano de mis recuerdos y por supuesto, de mis clases, sorprendiéndome con la inagotable riqueza de volúmenes, colores y formas conseguida con los más sencillos y económicos recursos: pintura en tres colores y unos listones barnizados de madera. Y por si fuera poco todo eso, diez a veinte años antes del neoplasticismo europeo y de las vanguardias de nuestra modernidad.

Pocas imágenes como la de ese rincón muestran hasta que punto es compatible la introducción de la modernidad escultórica dentro de un organismo espacial compuesto en simetría de la manera más clásica. El juego de planos que se produce en el encuentro entre el coro trasero al altar, los dos coros laterales y la escalera que baja al espacio principal de la nave, tiene tanta o más riqueza que la mejor de las descomposiciones en planos efectuadas por los artistas holandeses. Pero no es un juego de planos y volúmenes que afecte a la totalidad del espacio sino que tiene, como siempre ha tenido la escultura, un papel subsidiario respecto de aquel.

Pero si importante y enriquecedor para el conjunto del espacio es ese encuentro de planos y volúmenes en los dos rincones que enmarcan el altar, mucho más sorprendente es el papel que tiene la sencilla decoración de listones y el juego de colores ligado a ellos en la desmaterialización de las esquinas y la separación o enlace de unos planos con otros. Tan relevantes son esos listones de madera, que a falta de escultura o pintura con que decorar un posible retablo, y probablemente sin necesidad de ello por el programa religioso del cliente, son los propios listones de madera, elevados a la condición de tablones, los que ocupan en su sencilla repetición el fondo escénico del templo.

En lo alto de la fotografía vemos también otro de los momentos decorativos mas ricos en Wright que los profesores de arquitectura moderna y exegetas del "maestro" no solían tener mayor interés en mencionar: la ornamentación de las vidrieras. Recuerdo que en aquel viaje a Chicago empecé a coleccionar ventanas decoradas de diversas casas de Wright, desde las de la Robie a las de la Coonley, la Winslow, etc, pero como por aquel entonces economizábamos bastante los disparos fotográficos y en este caso estaban un poco altas, no llegué a hacer un foto de detalle. De todos modos como mirar es ahora tan fácil y barato, pongan en el buscador de google "unity temple windows" y tendrán a la vista todo el repertorio decorativo de las vidrieras de este pequeño edificio.

Un edificio del que las historias de arquitectura solían dar sus rudas imágenes exteriores, más cercanas a un búnker decorado en las aspilleras que a esa caja de bombones del interior. La otra foto que hice en aquella visita de abril de 1990, ya casi la había olvidado.