sábado, 1 de agosto de 2015

87. LOS JACOBINOS DE TOULOUSE



Desde el verano de 1979 en que hicimos una pequeña visita turística a Toulouse no había vuelto a entrar en su extraña iglesia de los Jacobinos. Aún con todo, la tuve bien presente cuando redacté mi Manual de Crítica de la Arquitectura y fue protagonista en el capítulo dedicado al espacio y la columna (link aquí). Una iglesia con dos naves y las columnas ocupando el eje central no podía estar concebida como un tradicional espacio de predicación o asambleario, sino como un lugar procesional. Un lugar para dar vueltas, como se hace en las girolas de las grandes catedrales góticas, pero no a una nave central, sino a una larga fila de altas columnas entre las que la más cercana al ábside adquiere la semejanza de una palmera.


La misma palmera de San Baudelio de Berlanga, el mismo árbol de la vida y del paraíso cuya protección buscamos en tantos momentos de incertidumbre y desasosiego.

No era precisamente consuelo o protección lo que buscábamos en la cálida y alegre noche del viernes 6 de junio de este 2015 en que habíamos hecho escala en Toulouse de camino a las playas del Mediterráneo para disfrutar de unos primeros días veraniegos; y mucho menos esperábamos nosotros encontrar abierta la iglesia y las dependencias del convento a las diez de la noche cuando nos acercamos a ellos dando un paseo después de cenar. Pero como este templo está abocado a las sorpresas, mira por donde que lo encontramos abierto, animado e iluminado, ofreciendo diversas "performances" vinculadas con el teatro, la música o la danza.

Eso de usar un viejo espacio sagrado para actividades artísticas no suele ser plato de mi gusto, pero a medida que fuimos paseando por entre unos y otros recintos, percibiendo la entrega de los artistas y la apacible actitud de las gentes que disfrutaban de ello, me fui entusiasmando con el nivel de respeto y cultura de unos y otros y casi salí doblemente emocionado de la visita.


Como mi primera intención era hacer el recorrido procesional por la iglesia, lo único que me sorprendió desfavorablemente fue el corte efectuado a mitad de la nave izquierda con la ubicación de un altar que luego he sabido que alberga los restos de Santo Tomás de Aquino, recuperados después de la restauración general del convento realizada durante buena parte del siglo XX.


Al fondo de la columnata habían dispuesto un proyector de luz y un lienzo blanco con los que la gente jugaba a crear figuras con sus sombras mientras que un cuarteto de voces interpretaba cantos a capella.


Pasamos seguidamente al claustro, convertido por la cálida noche en un lugar de lo más apacible para estar y conversar.


En la sala capitular de finísimas columnas, una pianista se preparaba para tocar algunas piezas que no no nos quedamos a escuchar...


... porque en el presbiterio de la capilla anexa de San Antonio dos mimos ofrecían un espectáculo muy sugerente jugando a ser muñecos de trapo.


También pudimos pasar al refectorio donde se había instalado una exposición temporal de una de las mejores colecciones privadas de fotografía europea.


De regreso al claustro, vimos que una gimnasta o equilibrista hacía figuras sobre el pozo central...:


... mientras que por entre los arcos salía un par de largas figuras negras y enmascaradas montadas en unos modernos zancos de potentes muelles que brincaban cual saltamontes de un lado a otro:


En las últimas reuniones preparatorias del curso que viene, habíamos estado tratando en la Escuela de Diseño de Logroño de la necesidad de programar eventos multidisciplinares que permitieran a los alumnos interpretar espacios, experimentar con la transversalidad de especialidades y conectar con la ciudad. Nuestra casual visita a los Jacobinos de Toulouse de este mes de junio no sólo me había permitido volver a disfrutar una vez más de tan singular espacio-columna sino que nos ofrecía también no pocas sugerencias para nuestro trabajo docente. De ahí que, con las debidas cautelas y respeto por la historia de los lugares, comparta aquí lo uno y lo otro. En todo caso, creo yo, la elección de la noche y la suerte de una buena temperatura, aportaron también lo suyo a la experiencia.

Aquí la ubicación de la Eglise des Jacobins a mitad de camino entre la Place du Capitole y el río Garonne: