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No es extraño que alguien cuente que muchas veces es la gente de fuera la que nos descubre nuestros propios edificios y la que nos hace amarlos. Llevo ya más de veinte años pasando fines de semana o cortas vacaciones en la aldea riojana de Santa Lucía de Ocón y apenas me había interesado por su iglesia, un pequeño templo con bóvedas de crucería del XVII, como tantos otros que hay por nuestra región. De hecho, el alcalde me había adjudicado su limpieza en alguna de las veredas que distribuye entre los vecinos, y hasta ahora yo había preferido pagar la multa por no hacerla que verme barriendo un templo que me es bastante ajeno en su actual utilización.
Hasta el pasado verano, lo que más me había interesado de él era su exterior, con esa imagen de gallina que cuida sus polluelos o esa torre que clava el pueblo al terreno como si de una cuña se tratara. Son metáforas que se echan en falta en los pueblos de norteamérica, donde las iglesias son como pequeños locales comerciales que compiten por su público. Y mira por donde que ha sido un artista californiano el que me la haya puesto en valor (¡ah! ¡ya me ha salido a mí también la maldita expresión!).
Intercambiamos casa, y en cuanto se enteró de que durante el tiempo que iba a estar aquí, se suele a celebrar en Santa Lucía un certamen de artistas bajo el pretexto del "land art", se interesó por participar en él usando la iglesia. Peter Erskine, que es el artista del que hablo, trabaja con refractores de luz creando sorprendentes arco iris móviles en el interior de los edificios donde actúa, y además de haber realizado instalaciones efímeras en numerosos edificios históricos de Roma o en varias ciudades americanas y europeas se pueden ver sus instalaciones permanentes en edificios tan significativos como la estación de ferrocarril de Milán. Lo podéis comprobar en su web.
Pues bien, como antes de venir a La Rioja Peter quería fotos, planos y detalles de la iglesia, me estuvo mareando con cartas y peticiones de datos hasta casi hacerme perder la paciencia. Sin embargo, en alguna de aquellas visitas tranquilas y silenciosas a la iglesia en la primavera del año pasado, empecé a sacarle jugo al edificio y a lamentarme del olvido en que le tenía. Y haciendo fotos y contemplándolo detenidamente empecé a admirar la extensión de sus muros de sillería de arenisca, o la desmesura de los contrafuertes con que trataron de sujetar una cabecera que seguramente se les empezó pronto a venir abajo:
Y ya en el interior, además de medir y sentir las proporciones de su generoso espacio, empecé también a buscar esas perspectivas que se esconden desde los rincones o por debajo de los coros, o los detalles de la riqueza de otros tiempos, como ese magnífico órgano en ruinas.
Seguramente me repetiría a mí mismo un comentario que me hizo José Angel González Sainz cuando en cierto viaje salimos emocionados de la visita a una iglesia en Valladolid hace ya muchos años: "Juan, tenemos que usar las iglesias, no podemos dejar esos grandiosos espacios en manos de quienes no los entienden ni aprecian".
Pues bien, con los datos que le mandé, yo la dejé en manos de Peter Erskine, y después de colocar sus refractores de luz me la devolvió tal que así:
Es decir, llena de luz y color, vibrante de alegría, y enriquecida en detalles, pinceladas y matices efímeros:
El día de Navidad pedí la llave de la iglesia para ver cómo el potente sol lateral la bañaba de luz y nos encontramos con la sorpresa de que la luz casi se caía por los propios muros de las ventanas con la debilidad del invierno:
Faltos de las luces y colores de nuestro artista californiano, extendimos nuestra mirada a las figuras y relieves que la decoran hechos por artistas bastante anteriores a Peter. La de la santa titular:
Estas mujeres afligidas de algún pasaje bíblico que no fuimos capaces de reconocer, o la más evidente anunciación que le sigue:
O este santo con bastón y cerdito a sus pies que seguramente sea un San Antón.
Para cerrar el círculo, el día de este año nuevo volvimos a disfrutar la iglesia desde los paseos alrededor del pueblo; y de ese día es la foto de mi hija Teresa con la que he abierto este post.