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Cuando fui a Barcelona a estudiar la carrera de arquitecto me recibía y me despedía siempre este gran espacio, esta gran arquitectura. Pero como yo solía pasar por ella más preocupado con las emociones del viaje que con las de mis estudios, no fue hasta mucho después, que gracias a un artículo de Agustín García Calvo en ElPaís, despertara mis emociones arquitectónicas por sí misma. No he encontrado el artículo en internet y lo tengo ahora bastante inaccesible por el lío de unas obras en mi despacho, pero si mal no recuerdo aludía a la hermosura de que en la ciudad de la gran cuadrícula, toda una gigantesca estructura metálica accediera a curvarse, expresando así, humildemente, el acomodo del ferrocarril a la ciudad y no al contrario.
El artífice de semejante tour de force fue el ingeniero de la Maquinista Terrestre y Marítima, Andrés Montaner i Serra en los finales de la Primera Guerra Mundial, es decir, justo en los años en que algunos soldados arquitectos alemanes dibujaban en sus cuadernos de campo los croquis más atrevidos de la arquitectura expresionista, o justo cuando en la misma ciudad, el célebre Gaudí retorcía plantas y fachadas tratando de escapar de la ortogonalidad.
La última vez que pasé por ella fue en un viaje a Venecia, cuando ya sólo funcionaban un par de andenes y amenazaba convertirse en un establecimiento más de esa ciudad en proceso de museificación. Conté en cierta ocasión (Conferencia de Nápoles) que al salir de ella me encontré a un compañero de clase que me saludó alegremente dándome así carta de ciudadanía barcelonesa, y desde entonces creo que no he vuelto por allí. Me daría mucha pena volver a verla sin vida propia, convertida en museo de sí misma.
Si no habéis estado en ella, no dejéis de visitarla antes que nada en Barcelona, porque museo aparte, la experiencia arquitectónica es siempre una experiencia espacial. Guiado por aquella sentencia de los impresionistas de que las estaciones de ferrocarril son las catedrales de nuestro tiempo (creo que la frase es de Pizarro, es decir, que no hablamos ya de nuestro tiempo) yo siempre que he visitado una ciudad he ido a ver su estación o sus estaciones de tren.
Pero como las nuevas estaciones de ferrocaril, o bien se parecen a las estaciones de metro o bien los aeropuertos, yo prefiero disfrutar ya de la estación Termino de Barcelona, viendo sus fotos en internet. Aparte de la perspectiva en curva del segundo tramo de la gran marquesina, la doble arcada ya es un tema espacial (Venturi mediante) de notable enjundia.
El monumental hall, tan académico y arcaico, no es una pieza maestra, pero es un espacio que se agradece, y más con estas panorámicas en ojo de pez que tan bien lo saben contar:
Google imágenes nos permite incluso disfrutar de uno de los momentos de su construcción:
No podía faltar la vista aérea de google earth para entender en planta el problema de la curvatura y de la entrega en diagonal de la nave recta sobre el gran hall, algo de lo que nadie se da cuenta cuando se está dentro.
Ni podía faltar la reconstrucción de sketch up que nos permite ver la perspectiva área desde la trasera de las vías:
Aunque lógicamente yo prefiero ir al album de mis recuerdos y recuperar esta vieja foto de la semana santa de 1987 con mis dos hijas y la de un amigo (Joan Isart) posando junto a una de sus articulaciones.
Qué hermosa puede ser la arquitectura ¿verdad? Qué bella llegó a ser.
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