martes, 22 de junio de 2010

36. LA CASA STEINER, Adolf Loos, 1910. Viena, Austria.

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Según avanza este blog veo que la selección que voy haciendo de los edificios que pongo en él tiene más que ver con mi biografía personal que con motivos meramente arquitectónicos. Algunas veces, como es el caso de hoy, la casa está sobradamente incluida en la Historia de la Arquitectura, pero eso no es lo importante aquí. O lo decisivo. Cuando empezaron a popularizarse los blogs se decía de ellos que eran “diarios personales” abiertos al público. Yo no los consideré así y empecé a usarlos para expresar lo que no me dejaban decir en las publicaciones de papel, y aunque el alcance de un blog sea inmensamente superior al de una publicación tradicional, -¡pues llega a todos los rincones del mundo!-, la propia entropía de la red hace que no sea apenas distinguible de la última chorrada escrita por un alumno de cualquier escuela de arquitectura. Si pones en Google “Casa Steiner” sale un montón de articulillos tópicos o pretenciosos (A, B, C;...) que desanima a poner nada junto a ellos. Aunque más que un “diario”, esto empieza a tener pinta de convertirse en un “cajón de recuerdos”. Lo advierto para que nadie siga leyendo si lo que espera es ampliar su acerbo cultural o arquitectónico.

Bueno, dicho esto, lo que me apetece contar de la Casa Steiner son las anécdotas de las dos veces que la he visitado, seguramente irrelevantes, pero cuando menos curiosas.

La primera de esas visitas fue durante el Viaje de Fin de Carrera de la 100 promoción de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, a la que casualmente me tocó pertenecer. Fue un viaje que nos llevó a Zurich, Praga, Viena y Munich durante el mes de octubre de 1975. Mi amigo Tachi conducía a un grupito de viajeros, llevaba las guías de arquitectura y nos hacía andar desde el punto de la mañana hasta que se acababa el día viendo un edificio tras otro. Yo por aquel entonces tenía una empanada enorme de información, ora política, ora arquitectónica, ora contracultural, por lo que prefería dejarme llevar y lo mismo me daba ver un Loos, un Hoffman, la catedral gótica o un emergente Hollein. Sacaba mi nueva Práktica comprada con los dividendos que me dio un error de cambio de moneda entre Checoslovaquia y Austria, hacía unas fotos, y a otra cosa (u otra casa).

De muchas de aquellas visitas no me queda sino el testimonio de unos negativos que nunca llegué a revelar (!!!) porque por aquel entonces me entró también la afición a positivarlos por mí mismo y la tarea se me amontonó con la mili, el final de carrera, la novia, etc. Sin embargo, recuerdo muy bien la llegada de nuestro grupito a la Casa Steiner porque nadie daba crédito a lo que veía: Tachi ¿seguro que es el 10 de la St Veit-Gasse? Y es que lo que nos encontramos fue exactamente esto:



La foto no es mía (creo que nadie se atrevió a montar la cámara al ver aquella simpleza) sino que la he encontrado en internet. Los entendidos miraron por el lateral y lo aseveraron, era ahí, así que llamamos al timbre y nos abrió una señora mayor muy amable que nos dejó entrar como si fuéramos gente importante. Nos pasó al jardín, y a la vista del notable parecido de la casa con las fotos de los libros de Historia, sacamos decididamente nuestras cámaras y nos pusimos a la tarea no sin reparar en la insultante pintura decorativa aplicada a la obra del autor de “Ornamento y Delito”, y lo más ingenuo y divertido de todo, tratando de encuadrar las fotos con unas hojas delante para que disimularan la alteración de la cubierta de la fachada.



Recuerdo que la fachada frontal al jardín era tan desnuda que me causó espanto, pero como era Historia, amigo mío, ahí le hice otra foto.



Sólo ahora me atrevo ampliar y a corregir la perspectiva para mostrar la pintura decorativa de la fachada lateral que muestra (o mostraba) a una señora con un cuerno de la abundancia y una especie de copón encima de la cabeza de misteriosa iconología.



Y aquí viene el quid de esta historia. Una vez que hicimos las fotos en el jardín la buena señora nos hizo pasar al salón de la planta principal para que firmáramos en un libro de visitas donde vimos con emoción los nombres de algunos arquitectos famosos que nos habían antecedido. El pecho se nos llenó de orgullo, claro, pero mientras firmábamos todos en el libro, echó mano de un periódico y acertamos a entender que nos decía algo así como “¿saben Vds que se está muriendo Franco?” ¿¿¿¿¿¿¿Qué???????? respondimos todos a la vez. Sí, sí, miren, miren: y pudimos ver una pequeña noticia donde en efecto acertamos a entender algo de pulmonen artificialen, flebitis, muy grave, y yo que sé.

La fecha exacta, 20 de octubre de 1975.

Aún llegaríamos a España y Franco seguía vivo y en manos del “equipo médico habitual” pero está claro que aquella amable señora o quizás aquella otra de la pintura del cuerno de la abundancia, nos habían señalado para siempre uno de los puntos de inflexión más importantes de nuestra vida.

Veintitantos años después y disfrutando de los bienes de aquel cuerno, es decir, los de nuestra democracia y crecimiento económico posterior a la crisis de los setenta, pasamos un verano en una casa de la calle Preindlgasse de Viena a tan sólo 500 metros de la Casa Steiner.



Al primer o segundo día de estar allí, fui corriendo a visitarla de nuevo con la idea, más que nada, de ver si aún estaría aquel libro de visitas y leer lo que pudimos escribir en él mientras la señora nos daba aquella tremenda noticia. Pero no hubo suerte. La casa estuvo cerrada durante toda nuestra estancia en Viena. Y además, tampoco era la misma. Una profunda restauración la había devuelto a las formas originales y la pintura del lateral de la casa había desaparecido. Esta es la única foto que hice en la puerta de entrada con Rosalía, Elena y Teresa posando:



En internet he encontrado esta otra, que da un poco más idea del volumen de la fachada:



Documentación de las plantas y fotos antiguas de la casa hay por doquier, aunque casi siempre las mismas que pueden encontrarse en los libros.

Curioso es que los aficionados al Sketch Up aún no se han interesado en ella, mientras que muchas otras casas de los alrededores están ya colocadas en Google Earth con su volumetría y fotos de fachadas.



En fin, después de tan curiosas anécdotas sólo me queda invitar a los amables lectores que hayan llegado hasta aquí, a pasar y sentarse un rato en ese estupendo lugar ventana, para descansar de las emociones que esta casa mueve en mí y contemplar la sencillez rústica de su (antigua) “decoración”.