En tiempos de barbarie, el espíritu busca refugio en el campo, o mejor, en el desierto.
Pero como la arquitectura es obra del espíritu, es lógico y entendible que los eremitas se llevaran la columna consigo convirtiéndose en “estilitas”. Y que cuando necesitaran el abrigo de un espacio, metieran su columna al interior. San Baudelio de Berlanga es el santuario donde confluyen esas pocas pero profundas sugerencias circunstanciales y espirituales.
No creo que pueda decir nada mejor sobre esa pequeña ermita que lo que escribí en el MANUAL DE CRITICA DE LA ARQUITECTURA, al final del cap 4, pag 156 –158 ni creo que pueda volver a visitarla como lo hice con mi mujer y mis hijas en julio de 1998.
Acababa de comprarme una de las primeras cámaras digitales, una SONY que almacenaba las imágenes en aquellos viejos diskettes cuadrados, por lo que la resolución de las fotos es lamentable. Pero además hice muy pocas, porque durante las primeras visitas a un lugar suelo estar ocupado en otras cosas. Las pongo más que nada como testimonio de la imposibilidad de ver la ermita como la vimos entonces, pues en las fotos que he encontrado en Google Earth-Panoramio he visto que la han “restaurado” con la aguda técnica nacional que se emplea por estos pagos, es decir, dejándola como nueva, con vallas por un lado y rampas para minusválidos por el otro. Tremendo, tremendo.
En alusión a su carácter industrial, a lo casposo de los visitantes, y a lo nuevecito que dejan todo nuestros arquitectos restauradores, siempre que hago turismo por España suelo referir mis incursiones como aventuras de TURISMO INTERIOR BRUTO.
De todos modos, aunque cuando la vimos estaba todavía con la pátina del tiempo, tampoco en aquella ocasión la visita fue idílica. Esta es la escueta anotación que tengo en mi diario:
“5 julio 1998, domingo: visitamos la tan deseada ermita de San Baudelio. Hacía bochorno, un par de familias con viejos y niños gritones alborotaban el lugar y el portero era un listillo. Aún así la fuerza de la originalidad y nuestro deseo místico consiguieron abrirse camino”.
Y estas son las fotos que he encontrado hoy en Panoramio. Las pondría gustosamente en Cascotes si no fuera por mi veneración al lugar.
Raspado de la pátina del tiempo en la piedra, rampa para el carrito de San Baudelio y escalera puente
Icono de prohibición de subir por las escaleras a juego con las pinturas
El obligado extintor tras la puerta por si uno arde en la fé
Vallas metálicas para que no suban los niños por donde no deben y puedan molestar a San Baudelio
Y las pinturas, claro está, restauradas con más color que en los dibujos animados
Moneo, tú que dijiste en un suplemento dominical (con toda la razón y sabiduría del mundo) que este edificio era el segundo más importante de España después de el Escorial, ¿no tienes ahora nada que decir desde lo alto de tu columna Pritzker? Hay que joderse...
Es que ya no puede uno ni huir al desierto.
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11 de marzo del 2015. Recibo una amable y elegante carta del restaurador de las pinturas Pablo Bernabé que me corrige en lo referente a las mismas. Yo creía que en la era de internet la amabilidad y la elegancia habían desaparecido para siempre, pero veo que también me equivoco en eso. Entiendo muy poco de restauración de pinturas antiguas pero sabiendo que las ha hecho alguien que responde a mis improperios con tan buen estilo, me quedo mucho más tranquilo y creo de justicia hacer pública su carta:
Hola Juan,
te escribo porque casualmente he llegado a tu blog trasteando por la red leyendo sobre San Baudelio de Berlanga.Me presentaré. Me llamo Pablo, y soy historiador del arte y restaurador de bienes culturales.
Tengo ya muchos años de experiencia, y allá por el año 2001 (creo recordar) tuve la fortuna de participar en lo que ha sido la obra más maravillosa a la que he tenido acceso como restaurador.