.
Como últimamente estaba escorando demasiado este blog hacia los viejos recuerdos voy a dar un giro brusco para contar ahora mi último descubrimiento arquitectónico: la ciudad de Alcalá de Henares. Parece mentira que con lo curioso que soy y lo viajero que he sido no hubiera estado nunca en este viejo pueblón madrileño, pero es así, y la verdad es que me arrepiento. Al visitarlo hace unas pocas semanas pensé que era una pena no haberlo conocido en los años setenta o primeros ochenta, es decir, antes de que se pusiera en marcha el plan de restauración integral de la ciudad y de recuperación de la universidad iniciado en 1985 con el llamado Convenio de Alcalá.
Supongo que habrá sido la fachada que ofrece la ciudad al paso de la Nacional II lo que me ha disuadido siempre de parar y hacer una visita. Desde los libros del bachillerato he tenido en mente la imagen de la fachada de la Universidad, pero ese lienzo de piedra no era suficiente reclamo como para salir de la carretera e introducirme en ese galimatías de anodinos barrios, polígonos, bloques y calles que imaginaba que envolverían lo que podría ser una pequeña ciudad castellana machacada y venida a menos.
Pero como todo llega, una buena tarde de los albores de esta primavera tan cambiante, estando con mi hija Teresa en Madrid nos acercamos a Alcalá y nos dimos un buen paseo por su casco viejo llevándonos una sorpresa agradable sobre la escala de sus casas y sus calles.
La porticada Calle Mayor fue el primer hallazgo. Realmente es un estupendo espacio de encuentro y de pequeño comercio. No comparto la idea de la peatonalización total (como no comparto casi ninguna peatonalización) ni el tratamiento falso de su pavimento, pero en fin, la calle en su conjunto es espléndida y cuando las ciudades vuelvan a ser repensadas en su conjunto y las lecciones urbanísticas de los cascos históricos se extiendan al resto de la ciudad, igual los carros vuelven a los lugares que fueron pensados y creados para ellos.
Otro punto triste de esa calle es el simulacro de la casa natal de Miguel de Cervantes y las dos tópicas estatuas de don Quijote y Sancho sentadas en un banco delante de ella (por cierto que Sancho da bastante pena).
Sentí mucha más emoción en Madrid capital cuando no hace mucho me encontré por casualidad con la casa donde vivió y murió nuestro gran escritor.
Me ahorro comentar la fachada de la Universidad porque es como un cuadro que has visto mil veces y cuya visión en el museo no mejora tu recuerdo, y comento dos hallazgos interesantes en el interior del edificio (afortunadamente, lo dejan visitar). El primero de ellos es el sorprendente contraste entre el poderoso granito de la arquería del claustro y la viguería de madera (supongo que muy restaurada, claro, pero que ahí está).
El segundo de los hallazgos, semioculto tras la tienda de souvenirs, es la excelente maqueta del casco viejo de la ciudad que te permite apreciar mejor ese gran estado de conservación de la escala del caserío, calles, colegios universitarios e iglesias que lo conforman.
En cuanto ves las traseras de las rehabilitaciones o los edificios que bordean el Casco Viejo te puede dar un pasmo,
Y lo mismo se puede decir de algunas de las nuevas esculturas
Pero la Plaza Mayor o de Cervantes sigue siendo un espacio vivo, animado y entrañable que se resiste a la muerte del estilo rehabilitación.
No tuvo tampoco suerte Cervantes con su estatua en la plaza, pues más parece un tipo "con pluma" que un escritor de espada.
Pero nosotros sí tuvimos suerte en los puestos de la feria del libro que había bajo su estatua pues por 13 euros encontramos un ejemplar de la edición que en 1991 hizo el COAM de una exposición de buena parte de los proyectos de la rehabilitación integral de la ciudad que creo yo que es la mejor guía para entender el resultado de esa mezcla entre la arquitectura vernácula anterior y una arquitectura tímida y de gusto oficial superpuesta o entremezclada que no parece haber hecho demasiado daño. Lo cual en estos tiempos, es para celebrarlo.
Como premio a esos arquitectos de poco renombre y no demasiada pretensión (o sea no practicantes entonces de la luego triunfante rehabilitación de disseny o “a la catalana”, por decirlo de algún modo) he puesto la portada de esa publicación como encabezamiento de este pequeño reportaje.
Decir también para acabar, que más allá de este Casco Viejo está toda la cascótida nueva ciudad y la nueva Universidad, que entrevimos en alguna de las fotos que había junto a la maqueta...
Pero bueno, esa es otra historia, y no era cuestión de amargarse el paseo.