miércoles, 15 de diciembre de 2010

42. EL PABELLON DE LEDOUX EN LOUVECIENNES. París. Francia

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Desde hace algún tiempo tengo una especial tendencia a visitar, bien realmente o bien con google e internet, los lugares o escenarios reales de las historias que leo. Trato de compensar con ello esa otra tendencia tan propia del turisteo de nuestro tiempo que consiste en ver lugares y lugares sin enterarse ni saber nada de ellos. 

Cuando este lunes leí en el divertidísimo blog de Eduardo Gil Bera la historia del robo de las joyas de la du Barry acaecido en su "castillo" de Louveciennes, me puse a repasar los palacetes de la zona norte de Versalles que visité en el verano del 2001 con la idea de unir aquella posible visita y esta historia tan amena, pero se ve que me llamaron más la atención entonces el de Germain en Laye o la Maison Lafitte, y que éste de la du Barry se me escapó de ver. No importa mucho porque gracias a la documentación que hay en internet he hecho el viaje con gran comodidad, y de paso, he vuelto a las páginas de Emil Kaufmann (De Ledoux a Le Corbusier, p 42, y Tres arquitectos revolucionarios, p 163) o a las de la Arquitectura Moderna de Watkin y Middleton (p 148) que sí que había visitado en su día con poco provecho para mi memoria. Seguramente, porque los textos sobre los así llamados arquitectos revolucionarios estaban siempre ilustrados con los bonitos dibujos neoclásicos y nunca con fotos concretas de los edificios o los lugares. Vayamos pues para allá.


Pones Louveciennes en el GE y te sale esta zona al norte de Versalles, Oeste de París y sur de Germain en Laye, e inmediatamente te llama la atención ese gran parque barroco sin palacio de interesantísima historia que es Marly-le-Roy al que habrá que ir algún otro día. No, el chateau de la favorita de Luis XV no estaba ahí sino donde he puesto el punto amarillo que, ampliándolo, se ve así:


La casa que le regaló el rey para sacarla de Versalles, donde su relación con María Antonieta se había vuelto insostenible, es ese caserón cuadrado de la derecha del que hay foto en Panoramio:


Pero como es bastante feote, no tiene vistas sobre el Sena y París, y a la du Barry lo que le gustaba es lo mejor de lo mejor y gastar a espuertas el dinero de su querido, Ledoux le hizo esa monada que se ve a su izquierda y del que la foto nocturna de arriba da buena cuenta. Pero por seguir con la tradición neoclásica pongamos aquí para ilustrarlo los planos, fachadas principal, trasera, y sección de tan coqueto edificio.









Miento: no pongo los planos del edificio por seguir con la tradición de los libros sino porque en Panoramio ¡nadie ha puesto ni una foto exterior del pabellón de Ledoux! Eso sí, como lo han restaurado y lo usan como salita de conciertos y lo alquilan para bodas o cócteles de empresas he dado con una página que te permite hacer un completo y estupendo recorrido por su interior de donde, a las pruebas me someto, he obtenido la única foto del exterior.

Sobre las vicisitudes del conjunto hay página en la wiki, Castillo de Louveciennes, y sobre la entretenida biografía de la promotora he dado con estas dos, una en la wiki en su aburrido estilo, y otra de más cotilleo y anecdotario (aunque copia y pega cosas de la wiki) en un blog un tanto extraño: Madame du Barry. Todo muy instructivo.

Del estudio del plano y apertura de las fotos parece que el "camino de la máquina" que baja al Sena desde la trasera del viejo caserón (la máquina que llevaba agua del Sena a las fuentes de los jardines privadísimos de Luis XV en Marly) pudiera ser un buen paseo, aunque una vez conocida la historia gracias a Eduardo, lo más divertido de la visita será imaginar dónde escondía las joyas la segunda y última favorita del rey y por donde se perdió el suizo Badoux para que los ladrones se las limpiaran sin mayores destrozos inmobiliarios.

La visita podría continuar con las vicisitudes de las pinturas de Fragonard para la decoración, ahora en Nueva York y Estocolmo, pero como eso es mucho lío para este blog y para una sola visita, mejor cerrar con un par de retratos de la guapa y feliz dueña,



y con una pintura conmemorativa de la cena de inauguración en el salón principal.



Qué aproveche (la gran arquitectura, claro).
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