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Al día siguiente de visitar la Sagrada Familia (v Cascotes 188) estaba como se pueden imaginar hundido, desmoralizado y completamente desilusionado con la ciudad de Barcelona. Tenía toda la mañana por delante para pasear por ella pero mi mujer me había advertido que no se me ocurriera ir por las Ramblas, Puerta del Angel, la plaza Real, el Casco Gótico, el Paseo de Gracia, etc., es decir, todos esos sitios donde habitualmente se va para poder decir que uno ha estado en Barcelona, porque aún podría deprimirme mucho más. Hordas de turistas de todas las naciones pero con la misma pinta y actitud, concentradas en amplios espacios peatonales para deambular mirar y fotografiar, parecían destinadas o programadas a destruir lentamente y por erosión la gran ciudad donde empecé a aprender arquitectura.
Iba yo paseando con la vista clavada en el suelo, mirando a esas sencillas y efectivas baldosas de cemento grises que aún sobreviven en las calles ajenas al turismo, cuando levanté la vista y me encontré con el estupendo edificio que podemos ver arriba. ¿Dónde estoy? me dije. ¿Es esto Barcelona?¿O mirando a suelo me he llegado a Niza, a Paris, o a Copenhague sin haberme dado cuenta? Oh sí, claro que sí, esto es Barcelona, esta es la Barcelona que necesitaba yo, la Barcelona universal, la Barcelona europea, la Barcelona ciudad de verdad.
Saqué la cámara de fotos y me puse a fotografiarla como un turista más. ¿Como un turista? No, no, como un turista no, porque la gente me miraba con caras raras por hacer fotos a un edificio como ese cuando los destinados a tal efecto son los de Gaudí, el modernismo provinciano en general, o ahora, los de los interpretadores, imitadores, inspirados en todo ello, o como se quieran decir Toyo Ito, Miralles, Llinas, o tuti cuanti.
Se me había arreglado la mañana y el sol empezaba a lucir de nuevo, así que seguí caminando y fotografiando. Esto podía ser Cannes o Madrid:
... o Praga, Bilbao, Burdeos, alguna esquina de la city londinense...
Qué gran ciudad tenía bajo mis pies y ante mis ojos, y había llegado al mismísimo Paseo de Gracia, donde los autobuses escupían paquetes de japoneses o americanos a hacer fotos a tres o cuatro edificios que no eran estos, ... por lo que también esa gente me miraba con cara rara.
Pero yo seguí con lo mío y me encontré un pequeño teatro que podía estar perfectamente en Estocolmo, ...
Un edificio de oficinas art deco gemelo de alguno de la Habana (pero más limpio):
... o, ¡toma ya! un Moscú, ¡un Moscú!..., qué emoción:
Hasta donde habría llegado mi euforia, queridos lectores, que hasta los anodinos edificios de los años setenta me empezaron a parecer mucho más amables que los relimpiados bibelots objetos del turismo. Estos por ejemplo me hacían sentir como en Dusseldorf o Helsinki, ...
Y este otro, como en una esquina de Milán:
Qué maravilla de ciudad, qué ciudad tan universal, y yo pensando que estaba ya acabada, erosionada, estigmatizada, congelada. Nada de eso, nada de eso.
Llevaba ya un par de horas andando pero no quería parar. Estaba en plena euforia de arquitectura, y si no me creen, véanlo por sus mismos ojos: más Madrid, más Berlín, Ginebra, Roma, todas las esencias de las mejores ciudades, de las grandes arquitecturas.
En ese punto de mi recorrido tuve la debilidad de acercarme a ver el Mercado de Santa Catalina, insigne obra de uno de los artistas de los turistas y de los estudiantes de la artistectura, pero apenas había pecado un poco cuando tres edificios de los sesenta que lo mismo podían ser de Murcia que de Nantes o de Darmstad, acudieron raudos a mi salvación:
Qué mañana tan magnífica, qué jornada tan reparadora del decepcionado ánimo con que visitaba esta ciudad tras ver ayer su última catedral sin Dios.
No podía por menos que dar gracias a Dios por haberme salvado la mañana, y me acerqué a la vieja catedral pero... también estaba en obras; y además vi unas cuantas ventanas de la vergüenza en los edificios góticos aledaños y unas moderneces espantosas en los restos de muralla que me echaron para atrás. Por suerte y a pesar de que toda la zona está peatonalizada y llena de chirimbolos, es decir, machacada y humillada, ahí estaba al fondo el palacio episcopal y me dije que su imagen iba a quedar estupendamente como colofón de todo este paseo. Aquí os la pongo.
Viva esta Barcelona. La Barcelona Universal. De ahora en adelante, mi Barcelona.