miércoles, 1 de junio de 2016

97. PASEO EN BARCO AL ESTE DE ESTOCOLMO



En junio hará veinte años que organicé un viaje de arquitectos a Estocolmo con extensión a Uppsala y a los Brucks, colonias del acero cercanas a esta ciudad de Suecia. Con tanto tiempo por medio trato de recordar el acontecimiento arquitectónico más importante de aquel viaje y compitiendo con algunos célebres capítulos de la Historia de la Arquitectura como el Cementerio de Enskede (edLHD 13), la famosa Biblioteca de Gunnar Asplund, el Ayuntamiento de Ragnar Otsberg o el museo Skansen, creo que me quedaría con en el paseo que hicimos en barco la tarde del día 10 de junio por la salida de Estocolmo hacia el mar.


Todo comenzó inocentemente como un rato de relax sobre el agua y de despreocupación respecto de la arquitectura; pero cuando el sol fue cayendo lentamente, como lo hace por aquellas latitudes y en esas fechas, y las casitas de vacaciones construidas en el borde las islas que dan al gran paso de los barcos hacia el mar, fueron como incendiándose de luz, tuve que sacar la cámara de fotos varias veces para certificar luego que lo que estaba viendo no era un sueño.


Es inevitable volver al farragoso artículo de Heidegger sobre Construir, Pensar y Habitar, para recoger cuando menos las palabras que coaligan la tierra y la construcción en el ejemplo del puente porque casi sin querer aparecen también el agua y finalmente la noción de lugar. El agua como elemento fundamental para la vida o medio idóneo para la comunicación mediante la navegación es a su vez la manifestación del espacio más diáfano y la negación del lugar, pero quizás por ello, es en su exclusivo contacto con la tierra donde se dan las mejores condiciones para que se produzca el feliz acontecimiento de la humanización del espacio, es decir, de la arquitectura.


En el plano meramente técnico, era lógico pensar que toda esta zona no podía estar afectada por un régimen de mareas y que el nivel del agua se ha mantenido constante durante mucho tiempo.


Y como urbanistas y arquitectos tampoco podíamos dejar de preguntarnos por la sociedad tan armónica o por la normativa tan perfecta que ha creado semejante redistribución de las casas por la línea costera sin aglomeración alguna; y por la belleza y sencillez de unas viviendas construidas en madera según patrones y colores tradicionales.


Cuando el barco de paseo se aproximaba más a las casas podíamos apreciar también el juego compositivo y de escalas entre el cuerpo principal de las mismas  y su embarcaderos.


Tan emocionado estaba contemplando la capacidad de la arquitectura para humanizar la tierra y crear verdaderos lugares, que los ferrys de las líneas regulares del Baltico que pasaban ocasionalmente parecían alterar la escala del mundo de las cosas, de la misma forma que lo hacen los bloques de vivienda masiva.


Llegado a cierto punto o cierta hora de la tarde, el barco dio la vuelta y regresamos a Estocolmo mientras el sol parecía no querer ponerse nunca.


Cuando volvimos del viaje a Suecia, organizamos en el Colegio de Arquitectos una exposición con las fotografías de los viajeros y algunos textos que las juntaran o articularan en unos paneles. Ya entonces me ocupé de presentar el asunto de las relaciones de Estocolmo con el agua y lo hice apuntando a tres temas: el de la obsesión veneciana, el de las infraestructuras de transporte y el de este magnífico paseo en barco por la periferia (v artículo en UNA VOZ EN UN LUGAR). Las fotos de los viajeros se quedaron en los paneles y el artículo que confeccioné para esa recopilación de textos que no encontró editor, no tenía ilustraciones. La verdad es que yo hice pocas fotos (aún no se había inventado la cámara digital) y me salieron bastante chapuceras. Recuerdo que la luz nórdica le hizo varias jugarretas al fotómetro automático de mi cámara y que por haberlas hecho en formato diapositiva las copias en papel aún perdieron más calidad. Pero aún así las considero un verdadero tesoro: porque a pesar de su deficiente calidad expresan mejor que ninguna otra cosa los inciertos y borrosos caminos que emprenden la memoria y el pensamiento después de las experiencias y sus sensaciones más concretas.

Al salir en barco hacia el este de Estocolmo y meterse el sol por occidente, la ciudad compacta se convierte en una mera silueta negra mientras que las casas aisladas junto al agua brillan cual estrellas de arquitectura.