domingo, 16 de diciembre de 2018

102. LA PLAZA DEL REY DE BARCELONA



Siendo estudiante de arquitectura en Barcelona en la primera mitad de los setenta fui unas cuantas veces a sentarme entre los hippies y turistas que pasaban la tarde en las escaleras de la plaza del Rey de Barcelona. Me parecía un lugar de lo más cosmopolita, que lo mismo evocaba la estancia de los reyes católicos en Barcelona que al catalanismo noucentiste que había ido reconstruyendo ese lugar al gusto de sus arqueólogos e historiadores.


Recuerdo que una tarde, tres o cuatro escaleras más abajo de donde estaba yo sentado, había una pareja dibujando la casa que se ve desde la escalinata.


El dibujo que hacía él era tan infantil o tan naif (desconozco si entonces conocía ya esa palabra) que me acerqué a ellos para elogiarle su interpretación. Salió a colación la pintura de Joan Miró, de quien era yo un ferviente admirador, y a cambio ellos me hablaron de un tal Paul Klee, a quien yo no conocía aún.


La máxima referencia histórica que tenía yo entonces de aquella plaza es que fue allí donde los Reyes recibieron a Colón en abril de 1493 cuando éste regresó con media docena de indios y unos papagayos a contarles a sus monarcas patrocinadores lo que había descubierto al otro lado del Atlántico. Pero las referencias históricas de entonces (como las de ahora) eran bastante vagas, y según los artículos que se pueden leer por la red no hay documentación alguna que diga donde se hizo aquella recepción. Por el contrario, la wikipedia da cuenta con bastante detalle de que el acontecimiento más notable que aconteció en aquel mismo lugar ahora conocido como Plaza del Rey fue el intento de regicidio de Fernando de Aragón por un tal Cañamares, acontecimiento que también desconocía por entonces y que seguro que tiene fascinado ahora a más de un ciento de profesores de historia independentistas.


Si hay oportunidad, cada vez que voy por Barcelona suelo acercarme por aquel recoleto rincón. Así lo hice en 1992 cuando llevé por primera vez a mis hijas a aquella ciudad de mis amores para ver los fastos que se habían hecho para las Olimpiadas.


Y así lo hice también en 1999 cuando llevé a mis alumnos de la Escuela de Arte a visitar Construmat. La primera foto de la escalinata y la de la casa Padellas de enfrente, son de esa nueva visita, cuando ya habían dejado por allí puesta la escultura de Chillida que le sienta a la plaza como a un cristo dos pistolas. Si no recuerdo mal, donde ahora está la escultura, cuando yo era estudiante había un bar con unas cuantas mesas delante a modo de improvisada terraza. Mucho mejor que los chapones oxidados con artísticas pretensiones.

Aunque a nivel arquitectónico lo peor de todo sea la sustitución de las tradicionales carpinterías de madera de las ventanas del Palacio de Lloctinent por las "modernas ventanas de la vergüenza solo cristal" que puedo contemplar viendo algunas de las fotos encontradas ahora por la red:


Como para tirarles una pedrada... si en la plaza hubieran dejado piedras sueltas.