miércoles, 30 de noviembre de 2016

100. LA ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS DE LOGROÑO



El destino ha querido que esta fuera mi segunda casa. Y eso ha sido una gran suerte para mí. También va a ser el edificio con el que cierro este blog justo cuando me jubilo de enseñar en la Escuela que alberga. De Artes y Oficios cuando llegué; Superior de Diseño ahora; y Escuela de Arte entre medio. En mi despedida voy a dar una charla sobre los cambios que he visto desde sus muros y ventanas en estos treinta años y hasta puede que hable también de los cambios que el edificio haya podido operar en mí.




Pero a los lectores de este blog simplemente les voy a acompañar en un amable paseo por su interior comentando acaso alguna cosilla y dejándome cientos de historias que podría también contar.



Este es el amplio hall, tan exagerado en sus dimensiones por lo que a función se refiere, como justo y perfecto para el tránsito procesional de la solemne entrada al trabajo de cada día


Hablando del tránsito de acceso, me dejaba atrás el magnífico espacio exterior de acogida entre la calle y la fachada con el pavimento en opus reticulatum y la escalera de cinco peldaños que hace de primer plinto y estancia de la Escuela. 



Me olvidaba también de enseñarles las puertas que diseñaron y construyeron los propios alumnos y profesores de la Escuela en la fragua y taller de forja situado donde ahora está el taller de mantenimiento. 



Qué espacio tan hermoso el del hall. Qué lujo haber pasado por él durante los treinta años de mi vida docente aquí. 



Pero eso no es nada para lo que nos espera al traspasar las dos puertas batientes blancas y acristaladas y llegar a la escalera imperial de acceso al primer piso, el piso en el que se refugió la Escuela de Artes y Oficios cuando la de "Artes Industriales" empezó a crecer y a empujar tanto que casi la echa del edificio.



Pasamos de la planta baja, la de "la Industrial", y seguimos hacia arriba en mi itinerario diario.  




La gran puerta con arco del piso superior da acceso al Salón de Actos. No entramos ahora, como no lo hacemos en el día a día, y lo dejamos para algún evento importante. Como mi charla de despedida, por ejemplo. 



 Al llegar al descansillo del Salón de Actos giramos hacia la derecha y vamos al pasillo de la que ha sido mi última gran Aula: la del taller de Proyectos de Primer Curso de Diseño de Interiores.



Antes de entrar les invito a detenerse en el zócalo de cerámica de Talavera que está ahí desde que se construyó la Escuela a comienzos de siglo XX. Me ha acompañado todos estos años y me ha alegrado mucho la vista. No así ese suelo posterior y reiterativo que colocó el Ministerio poco antes de que yo llegara a la Escuela y del que es mejor olvidarse ahora.



Antes de entrar a mi aula echamos un vistazo a la escalera lateral por la que se sube al taller de Cerámica o se baja al bar. 



En mi aula los alumnos de Cultura del Diseño de Segundo Curso se están contando unos a otros los últimos descubrimientos de todo aquello que suene a cultura y diseño. Es así como enseño ahora: que sean ellos los que se enseñen cosas entre sí.  Mejor no molestar.   



Les paso al cuarto de baño y no para hacer pis sino para contarles que después de mi primer contrato como interino en la Escuela me encargaron un proyecto para la rehabilitación de estos aseos y la recuperación de unos talleres en el sótano para aulas de modelado y vaciado. Opté por el color azul liso del zócalo para los azulejos de suelo y los marcos de las puertas, un azul oscuro que luego se iría extendiendo por toda la Escuela cuando elegí también ese color para los primeros estores que se colocaron en mi aula de diseño y que hemos podido ver en la foto anterior.    



Este es el gran aula de Volumen, el primer espacio por el que se empezó la recuperación del semisótano para la Escuela de Artes y Oficios. 



En el proceso de reconquista sobre los abandonados terrenos dejados por la Industrial le seguiría la gran sala de Exposiciones ubicada bajo el gran patio central, que cuando yo llegué a la Escuela aún estaba llena de cizalladoras, fresadoras, tornos y demás maquinaria de transformación metálica.



Luego se recuperó la nave que hizo la Industrial en medio del patio. Primero fue aula de Dibujo. Yo di aquí uno o dos cursos de Fundamentos de Diseño ya no recuerdo qué años. Ahora veo que la ocupan los de la especialidad de Moda. 



Pero volvamos al piso de arriba porque donde ahora está el ascensor para minusválidos (y... para los movimientos de materiales del conserje y superman del mantenimiento, o sea Ignacio),
 en ese marco de puerta vacío estuvo mi primer aula: el aula de Matemáticas. Y es que fue así: yo entré en la Escuela de Artes y Oficios como profesor de Matemáticas (!)



Con el paso de los años he dado clase en los tres torreones, en las dos grandes aulas de los laterales y en varias de las pequeñas del piso de arriba; pero si tuviera que escoger una, mi aula preferida es la del torreón noreste, la que ocupó antes que yo el escultor Vicente Ochoa, y que ahora ocupa preferentemente Mónica Yoldi, la... futura directora de la Escuela, si todo va bien.



La puerta lateral a la calle Gaona da entrada a una escalera de servicio del ala Oeste que es de lo más útil a nivel de circulaciones. Por ella salimos a comprar suministros a Trazos o entramos al bar que lleva regentando Miguel con una paciencia infinita..., ¡porque aún sigue sin acceso directo a la cocina! 



Ahí están las sillas Toledo de Jorge Pensi y aún queda un par de los taburetes altos de Pep Cortés que supongo que compraría Ricardo González en los años en que apostó también por la modernidad y el crecimiento de la Escuela.  



Los pasillos del sótano parecen la sala de máquinas de un viejo transatlántico. Creo que el color amarillo limón de los tubos de aire acondicionado lo eligió el arquitecto Julián Torres en su breve paso por la Escuela. 



Nos asomamos un segundo a los pasillos del primer piso pero huimos despavoridos. Un gresite gris sustituyó en el zócalo a los originales azulejos de Talavera y no hay forma de que se le vaya a todo este piso el tufo rancio de los años en que estuvo ocupado por la Industrial y luego por el CEP. 



Quien más ha trabajado en estos treinta años por modernizar la Escuela ha sido el arquitecto y compañero Javier Dulín. Primero en el bar, luego en el Salón de Actos, después en la Biblioteca y finalmente en la puerta de entrada a la Sala de Exposiciones. A pesar de que Dulín arriesga siempre y jamás pastichea, la gran estructura espacial de la Escuela se resiste a la modernidad y recibe y acepta las aportaciones de nuestro tiempo como pequeñas piezas de un collage que aún puede dar mucho de sí.  



La vieja Escuela de Artes Industriales y Oficios Artísticos, luego de Artes y Oficios y luego de Arte, se salvó de quedarse en mera "escuela" o "escuelilla" como vaticinaba Félix Reyes, dio el salto a "Superior" y a dar títulos de Grado y hasta de Masters. 



Ahora sí, para acabar este recorrido me hago una selfie con los alumnos de Composición de Primero de Interiores de este último curso del 2016-2017 que ya no terminaré de dar yo. Han salido un poco borrosos pero así es como están en los primeros meses de su formación. Me gustaría de verdad que se fueran aclarando y que el edificio de la Escuela les enseñara lo que ya no les voy a enseñar. Suerte que tienen. 

Bueno, la misma que he tenido yo, porque desde que entré en esta Escuela hasta hoy 30 de noviembre del 2016 en que me jubilo, mi idea de la arquitectura ha cambiado por completo. Ciento ochenta grados. Pues en todo lo relativo a la arquitectura y la ciudad hace tiempo que descubrí, gracias en buena parte a esta Escuela, que más que tener perdida la vista en el futuro hay que estudiar y aprender del pasado.